El viernes 25 de agosto compartimos en comunidad una nueva celebración a la Pachamama, cerrando un mes de trabajo pedagógico y colectivo, que como cada año, dedicamos a la recuperación de prácticas y saberes tradicionales, que están presentes en nuestras historias, en las historias de nuestras familias, de nuestros barrios, de nuestra comunidad. En este artículo comentamos sobre esta iniciativa cultural y pedagógica y mostramos una fiesta de color, inclusión y diversidades.
Escuelas, organizaciones y comunidad, nos encontramos para agradecer y revalorizar saberes familiares.
¡Qué hermoso que seamos cada vez más!
En los últimos años, desde nuestra institución hemos emprendido un proceso de reflexión y desarrollo de nuevas prácticas institucionales en el que confluyen las perspectivas de inclusión, el modelo social de la discapacidad y el enfoque de derechos humanos como ejes propios de nuestro trabajo en el campo de la discapacidad; con una serie de reflexiones que vienen de reconocernos como institución que trabaja en un territorio social marcado por la diversidad cultural, conformado por familias migrantes (tanto de países vecinos y otras provincias), o desplazadas históricamente del campo a la ciudad, así como vecinos que desde hace décadas dan a la zona sur de la ciudad de córdoba una marcada y rica identidad. Un sector urbano vulnerado económica y socialmente y profundamente rico en culturas, relatos y saberes que se deben valorar y preservar.
La jornada de celebración de la Pachamama comienza con un recorrido pedagógico por la granja.
Como frutos de esa búsqueda, y gracias a aprendizajes que fuimos recibiendo de artistas, de historiadores, de grupos musicales que nos acompañan siempre, de otras organizaciones de Córdoba (como el Instituto de Culturas Aborígenes, el Museo de Las Higueras, entre muchos otros y otras) y en el marco de la Plataforma Latinoamericana de Organizaciones por el Buen Vivir (apoyada por terre des hommes Alemania), en la que confluimos con organizaciones de distintos países de la región; y también fundamentalmente, gracias al proceso de familias, de recuperación de sus propios saberes, transmitidos de generación y generación, y casi perdidos entre las urgencias que impone la vida moderna, en la última década impulsamos iniciativas que crecen año tras año, llenándonos de satisfacción. El trabajo que realizamos durante agosto y que culmina con esta celebración comunitaria, es parte de esas iniciativas.
La jornada de celebración de la Pachamama comienza con un recorrido pedagógico por la granja. Allí reeditamos una vieja costumbre de marcar los animales de granja, de manera amable: con pompones de lanas de colores que "adornan" los animales, que a modo de aros colocamos en las orejas de cabritos y ovejas que han nacido en el último tiempo. También se les convida con hojas de coca y un traguito de chicha y otras bebidas refrescantes.
Para muchos de los chicos que visitan, es la primera oportunidad para ver, tocar, acariciar y dar de comer a los animales de la granja, sin tener que abonar una entrada para una granja privada.
Cada año reelaboramos este proceso y esta jornada ritual de cierre
compartiendo con organizaciones, escuelas y familias de la zona. Así nos
encontramos para darle gracias a la Madre Tierra con amigxs y
compañerxs de la Escuela Primaria Yapeyú de Barrio Irupé; de la Escuela
Nicolás Berrotarán, de Barrio Jardín; también del Colegio Agrotécnico
IPEA Nº4 de Barrio Chacra de la Merced; del colegio secundario Instituto
Parroquial Nuestra Señora del Trabajo, de Villa El Libertador; y del
Centro de Comunicación Popular y Asesoramiento Legal – Cecopal. Con
todos llevamos procesos de inclusión, de trabajo conjunto y
articulaciones para la construcción de una sociedad más inclusiva, justa
y digna.
Nos juntamos así para compartir una jornada comunitaria, para ofrecer nuestras energías, para desarrollar conciencia crítica sobre el impacto que el desarrollo tiene sobre las condiciones de vida, sobre la necesidad de reinventarnos como sociedad, inclusiva y armónica.
Luego del recorrido por la granja, formamos una gran ronda alrededor de la Apacheta.
Cada año nos juntamos en el mismo lugar que nos congrega como comunidad.
Con todas las cosas preparadas, primero "abrimos" el pozo para ver lo que quedó del año anterior.
Vamos retirando algunos pedacitos de cerámica, pequeñas vasijas vacías, recipientes que alojaban las ofrenda del año anterior.
"Agradecer a nuestra pacha, nuestra madre tierra, por lo dado y ofrendar en su honor"
Esta celebración es una práctica de recuperación de saberes tradicionales muy ligados a las historias de muchas de nuestras familias. Historias marcadas por el ocultamiento de sus raíces, por el abandono de conocimientos campesinos que se transmitían de abuelos y abuelas a sus nietos y nietas y que obligadas por la vida contemporánea se van perdiendo.
Aunque generalmente se realiza la celebración de la
pachamama el 1 de agosto, en realidad todo el mes está dedicado a la
Madre Tierra. Y en ese marco, hace ya muchos años también hacemos nuestra propia celebración, en la que participamos
todos: familias, vecinos, amigos, compañeros. Y con la ayuda de familias
que fueron recuperando con nosotros costumbres y saberes.
Una práctica milenaria de los pueblos de nuestro continente que en los
últimos tiempos se viene recuperando y reivindicando como expresión de
un vivir amable y respetuoso con la naturaleza.
Con los restos de las ofrendas del año anterior comprobamos que la Pachamama "recibió" nuestras ofrendas.
Cada año se renueva la ritualidad de agradecimiento, ofrenda y pedido a
la Madre Tierra para tener un año más de prosperidad, salud y buena vida
en la comunidad.
Comidas ricas, granos y frutos recién cultivados, y bebidas: todo para "convidar" a la madre tierra.
En esta parte del mundo agosto un mes particular, cuando el
invierno comienza a retirarse y el renacer de la primavera puede verse
al final de los vientos de agosto. De ahí también la costumbre de
origen guaraní y extendida por todo Paraguay, Uruguay y Argentina, de
tomar Caña con Ruda, para "ahuyentar los males y las enfermedades". En
los calendarios agrícolas tradicionales son tiempos de preparación de la
tierra para la siembra.
Todos vamos compartiendo y participando como iguales en este ritual que simboliza fraternidad en la diversidad
y el deseo de una vida en armonía entre nosotrxs y con la naturaleza.
Las coplas alegres son imprescindibles en esta celebración.
El ritual es un acto de compromiso y de agradecimiento, "para pedir lo justo y devolver lo necesario"
Entre música y al aire libre y una vez que convidamos a la madre tierra, compartimos la comida comunitariamente.
Un poco más sobre una celebración que venimos cultivando [Video]
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