Curso Hacia una nueva mirada en discapacidad y sexualidad.
En el segundo encuentro
del curso nos encontramos para reflexionar como hemos construidos nuestras propias
sexualidades y como los contextos socioculturales han ido construyendo ciertos estereotipos
en este “deber ser”. Preguntas y nuevas respuestas que puedan encontrarse para pensar, ¿La sexualidad nos diferencia o nos iguala? o si la sexualidad
es un aspecto constituyente de la persona, ¿Hay una sexualidad diferente?
Si partimos de que la sexualidad
es un derecho humano que nos abarca a todos y a todas, debemos hablar de
sexualidades de personas de edades distintas, de culturas y realidades diferentes, por lo tanto todo lo que conlleve a la expresión de la
sexualidad será aquello que cada
uno sienta en su intimidad con distintas maneras de expresarse, la cual es
personal y particular del sujeto.
Imagen de los asistentes al curso |
Como planteaba Lorena Vargas, capacitadora del encuentro, la
sexualidad en el transcurso de la vida cambia y se combina con distintas
aristas o modos de expresarla en que la medida de que los sujetos se manifiestan
y relacionan con los otros, distintas maneras de sentir, de comunicarse
afectiva y socialmente.
En el desarrollo de la sexualidad entran en juego
muchos factores, pero también los propios valores, creencias, la forma de
pensar, de entender las relaciones sexuales, los sentimientos y la importancia
que se le den a los mismos. Por lo tanto, el impulso vital de la
sexualidad se manifiesta entrelazadamente con las emociones, los sentimientos,
el cariño, la comunicación y el encuentro con el otro, todo ello involucrando
nuestro cuerpo y los contactos corporales.
Desde la orientación teórica enfocada
desde la perspectiva psicoanalista, Vargas propuso trabajar desde contenidos
conceptuales y teóricos que permitan pensar la sexualidad humana en su
totalidad, con conocimientos significativos que permitan habilitar miradas
inclusivas y diversas, evitando la naturalización y los mitos existentes en
cuanto al deseo y el placer de las personas con discapacidad.
Esta idea de cuerpos sexuados como espacio de
entrecruzamiento de deseos y prácticas, implica que la identidad se construye con
todos de estos componentes, siempre en un armazón de vínculos, con
múltiples representaciones, imágenes,
gestos, actitudes, símbolos, palabras.
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