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Volar bien alto [lavoz.com.ar]

Desde fines del año pasado, uno de los jóvenes que participa en nuestros proyectos ha sido protagonista en algunas notas periodísticas que han hecho eco de un importante logro en su vida personal: luego de terminar con éxito el curso de socorrismo para piscinas, comenzó a trabajar como auxiliar de guardavidas. Se trata de Gastón Spotti Cajal, y el diario La Voz del Interior recoge aquí su testimonio e historia en primera persona. 

Fuente: "Volar bien alto", lavoz.com.ar

Actitud de servicio. Gastón trabaja como guardavidas junior y realizará un curso de socorrismo en aguas abiertas. Pero también le apasiona volar.
Por Gastón Spotti Cajal, Auxiliar de guardavidas
Para mí nadar es tan lindo como volar. Cuando era más chico, mi papá, Luis Alberto, hizo una pileta en la casa donde vivíamos y siempre estábamos en el agua, nadando y jugando con mis hermanos. Es algo natural para mí estar en el agua.
También me gusta mucho volar y con mi papá salimos casi todos los fines de semana a volar por las sierras de Córdoba. Juntos construimos en su taller un trike, un ala delta con motor biplaza, y además estamos armando un avión que voló mi abuelo en la década de 1940, que se llama “Bailájaros I”.
Nos gusta volar bien alto, aunque la verdad es que prefiero ir debajo de las nubes, porque por encima me siento incómodo. Si vuelo por debajo de ellas me siento más tranquilo, necesito ver algo de la tierra, aunque muy arriba.
Detalle de imagen: Gastón, con su padre, Luis Alberto,
en el taller, con el ala delta con motor (Paulo Bizzarri/LaVoz)
A los 8 años comencé a ir a la pileta del Centro de Educación Física Manuel Belgrano, que funciona en el Complejo Pablo Pizzurno. En todos los lugares a los que iba me decían que no podía practicar solo, que alguien debía acompañarme. En esa pileta, le preguntaron a mi mamá si yo era independiente y ella dijo que sí. Y un día ella se fue, me dejó en la clase y pude nadar sin problemas. Mi entrenador y profesor, Horacio Castillo, es “lo más”, lo quiero mucho y él también me quiere.
El estilo que más me gusta nadar es mariposa, porque braceo todo el tiempo. En el curso de Auxiliar de Guardavidas, aprendí que siempre hay que sacar la cabeza fuera del agua al nadar estilo crol, para ver dónde está la persona que necesita ayuda. Siempre hay que mirar al frente, nunca bajar la vista, porque hay que estar atento y ver quién necesita ayuda. Me gusta remolcar a personas y ayudar a mi profesor a hacer todo más fácil. El me ayudó a tener conducta en la pileta y también aprendí las normas en las piscinas donde hay niños, por ejemplo. Sé que los chicos no se pueden empujar, ni correr en los bordes, sé abrir y cerrar la bomba de agua y controlo que los chicos se duchen antes de entrar a la pileta. También paso el bichero para que esté limpia el agua y esas cosas.
Con el curso aprendí a ser más responsable, y sé lo que tengo que hacer si alguien se está ahogando en el agua o se siente descompuesto.
"Me gusta remolcar a personas y ayudar
a mi profesor a hacer todo más fácil"
Nado y vuelo, pero también me gusta mucho dibujar. Estuve un año en un taller de Bellas Artes en la Universidad Provincial y pinté algunos cuadros en el Taller de Plástica de Apadim, que están en el living de mi casa. Mis hermanas, Carolina, Lucía y María, estudiaron en el colegio Domingo Zípoli de formación musical, y me dieron ganas de participar en un coro municipal, y así que lo hice. Aunque a veces me costaba afinar en algunas notas, fue una experiencia muy linda.
Hago muchas cosas, estoy cursando el secundario en la escuela especial de la Asociación Civil Apadim, me gusta jugar al fútbol (soy de Belgrano, soy fan de Juan Carlos Olave) y me encanta ser arquero, estar en el arco y entrenar es lo mejor. Sueño con trabajar en el Estadio Mario Kempes y que mi equipo gane una Copa.
Imagen completa: Gastón, con su padre, Luis Alberto, 
en el taller, con el ala delta con motor (Paulo Bizzarri/LaVoz)

Hijo de bailájaros

“Nuestro hijo, Gastón, siempre nos dice que él es hijo de un padre pájaro y de una madre bailarina. Somos los bailájaros”, dice emocionada su mamá Verónica. Ella y Luis Alberto comparten la misma profesión, son profesores de educación física. Desde muy pequeños, tanto a Gastón como a su hermano Francisco, que padece parálisis cerebral, siempre los motivaron a mover su cuerpo a través de distintas actividades físicas. “Cuando Gasti nació, tuvo una cardiopatía por una deficiencia que tenía en la comunicación intraventricular y lo operaron a los 4 meses”, cuenta la mamá. Verónica relata que, si bien Gastón tiene un leve retraso mental, entiende todo, sólo aprende más lentamente. “Sí, tiene algunas dificultades para hablar, por lo que hace tratamiento fonoaudiológico de por vida y lo bueno es que además aprendió lenguaje de señas”, agrega. Su papá asegura que Gastón tiene una gran orientación espacial. “La primera vez que volamos, él tenía 12 años, estábamos en Villa Rumipal y le dije: ‘Bueno, lleva el comando’. Se le empezó a ir el ala delta del lado de la montaña, y yo le dije: ‘Movelo, enderezálo’. Así lo hizo y luego lo trajo prácticamente solo hasta Córdoba”, finaliza.

Perfil

Gastón Spotti Cajal tiene 17 años, vive en barrio Observatorio con sus padres y hermanos. Cuando nació le diagnosticaron síndrome de Down. Es el menor de cinco hermanos: Francisco (27), María de los Ángeles (26), Carolina (24) y Lucía (20). En 2015, realizó un curso de socorrismo junior para piscinas. Es auxiliar de guardavidas de piscinas. Trabaja en la escuela de verano del country Lomas de la Carolina como ayudante de guardavidas con su entrenador Horacio Castillo. Este año realizará un curso de aguas abiertas en ríos, mares y lagos.
Producción periodística: Rosana Guerra

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