Compartimos la nota publicada en el diario La Voz del Interior de Martin Passini, compañero de la asociación APADIM Córdoba y de la Mesa de Trabajo en Discapacidad y Derechos Humanos.
Fuente: La Voz del Interior.
Una vez más,la
apelación es a construir discursos que sirvan para crecer, basados en la
responsabilidad, la libertad y el respeto hacia sí mismo y hacia los demás.
A diario nos
encontramos en los más diversos contextos con expresiones naturalizadas que se
erigen como verdaderas barreras comunicacionales que obstaculizan o impiden la
autonomía, la participación y el ejercicio pleno de derechos, vulnerando la
dignidad de las personas con discapacidad.
Entre el
superhéroe que “logró superar sus limitaciones” y la invariable mención del
“afectado con tal síndrome”, estos mensajes identifican a la discapacidad con
la marca de la fatalidad, la carencia, la carga, la vulnerabilidad, lo
indeseable, etc. Y, efectivamente, tienen impactos negativos en las vidas
cotidianas de las personas con discapacidad.
Desde diversas
organizaciones sociales trabajamos hace tiempo promoviendo el ejercicio de
pensar qué decimos cuando reiteramos ciertos conceptos históricamente
arraigados. Por ejemplo, en el marco de la Mesa de Trabajo en Discapacidad y
Derechos Humanos elaboramos, a mediados del año pasado, un documento con
“recomendaciones para una comunicación adecuada y responsable de la temática de
la discapacidad”, dirigido particularmente a profesionales de los medios de
comunicación.
A fines de 2015 se
amplió y pasó a formar parte del primer informe anual sobre la situación de las
personas con discapacidad en Córdoba. Esto implica un trabajo continuo y
amplio, porque venimos todos culturizados en una matriz de sentidos elaborados
en torno a paradigmas conceptuales obsoletos en discapacidad.
De forma cotidiana
nos encontramos con ejemplos de estos mensajes. Por ejemplo, la nota “Antes
eran donantes, ahora secuelados”, publicada en este diario el martes 12 pasado
como parte de un informe especial sobre la problemática de los accidentes de
motociclistas en Córdoba, cita a una especialista que hace referencia a las
consecuencias de los accidentes, con mensajes que recaen en la vulneración a la
dignidad de las personas con discapacidad.
Sin intención de
réplica, sino a modo de ejemplo, compartimos algunas reflexiones. La cita
atribuida a una profesional dice: “Si una persona queda discapacitada, es una
familia que padece las secuelas, porque siempre habrá alguien que se tenga que
hacer cargo de esa persona”.
Discurso del miedo
El procedimiento
no es nuevo: para alertar de modo legítimo sobre un problema (en este caso, el
de la enorme cantidad de siniestros de motociclistas por no usar casco, y la
necesidad de cambios culturales en este sentido), se apela a un discurso del
miedo a las consecuencias que pueden acarrear los accidentes:
“... lo que antes era un
donante, ahora es un secuelado”, provocando al mismo tiempo ciertos impensados
“daños colaterales”, el de reforzar la estigmatización de las personas con
discapacidad: “si queda vivo, le estropea la vida a toda una familia”.
¿Qué sentidos
subyacen a esta simple, reiterada y antigua frase? Los viejos sentidos de
dependencia e indignidad que con distintos matices les cargaban a las
experiencias de vida de las personas con discapacidad los paradigmas de la
rehabilitación y la prescindencia.
Estos mensajes son
antiguos, los hemos visto en viejas campañas de “concientización” y devienen de
una cultura extendida, basada en una mitología de lo incapaz y una ideología de
la normalidad que, a juzgar por los números de accidentes actuales, no parece
hacer efecto positivo en las actitudes de los conductores.
Como decíamos, es
cotidiano el trabajo para generar cambios en las pautas culturales que
atraviesan nuestros discursos (profesionales, de los medios, políticos,
familiares, etc.) y que reflejan representaciones sociales que vulneran la
dignidad de las personas con discapacidad.
Una vez más, la
apelación es a construir discursos que sirvan para crecer, basados en la
responsabilidad, la libertad y el respeto hacia sí mismo y hacia los demás. Sin
dañar colateralmente la dignidad de otros/as. Por ahí, en ese punto podamos
avanzar en los necesarios cambios culturales, y que esos discursos no dejen
secuelas.
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