Desde
hace un tiempo venimos compartiendo notas de opinión de distintos actores y
colectivos sociales que plantean diferentes posturas en el debate de garantizar
el derecho a la educación de las personas con discapacidad.
Repensado la Escuela
Especial. Tiempo de reflexión y cambio, Posturas en torno al derecho a la educación de personas con
discapacidad [Diario Clarín], La Escuela Especial frente a los desafíos de los nuevos
paradigmas.fueron
algunas de las editoriales que hemos compartido y puesto a discusión desde este
espacio.
En
esta oportunidad, sumamos una nueva publicación a esta propuesta para continuar repensando nuestras miradas y prácticas profesionales
en el ámbito educativo.
Las personas con discapacidad, ¿no tienen derecho a
la educación?
En medio de tanta referencia a los marcos
normativos, nos olvidamos de lo esencial: ahí están. Nos reclaman ellos y sus
familias. Familias desorientadas y con el dolor de ver que sus hijos no tienen
cabida.
Texto publicado el 25 de junio.
Fuente:La Voz del Interior.
Por Olga Concepción Bonetti*
Hace unas pocas semanas, se realizó en Incheon,
República de Corea, el Foro Mundial de Educación, convocado por la Unesco.
Participaron más de 100 países.
Ministros, jefes y miembros de delegaciones, jefes
de agencias y ejecutivos de organizaciones multilaterales y bilaterales y
representantes de la sociedad civil, la profesión docente, los jóvenes y el
sector privado, organizaciones y fundaciones mundiales, Unicef, ONU Mujeres,
entre otras, acordaron el documento borrador titulado: “Hacia una educación
inclusiva, equitativa y de calidad y aprendizaje a lo largo de la vida para
todos”, que fija las metas para la educación 2030 y es el puntapié inicial de
un documento que se elaborará en septiembre de este año en Nueva York.
El punto séptimo de dicha declaración establece:
“La inclusión y la equidad en y a través de la educación son la piedra angular
de una agenda educativa transformadora y, por consiguiente, nos comprometemos a
abordar todas las formas de exclusión y marginalización, las disparidades y las
desigualdades en el acceso, la participación y los resultados de aprendizaje.
Ninguna meta educativa podrá ser considerada como lograda plenamente a menos que
sea el caso para todos (...) nos comprometemos a realizar los cambios
necesarios en las políticas educativas y a focalizar nuestros esfuerzos en los
más desaventajados, especialmente aquellos con discapacidades, para asegurarse
de que nadie se quede atrás”.
Contundente. Claro. Sin embargo, en estos días, en
nuestro país y en Córdoba en especial, estamos asistiendo al triste espectáculo
de un debate que pone en el centro si las personas con discapacidad que asisten
a escuelas secundarias especiales pueden o no obtener su titulación (hasta
ahora, podían acceder al título).
Por si necesitamos referenciar más leyes,
recordemos que la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad
(CDPD) emitida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2006 y
puesta en vigor en 2008, define a la “discapacidad” como un fenómeno
relacional, histórico y dinámico, que deviene de la interacción de la persona
con deficiencias y las barreras del entorno para su participación en igualdad
de condiciones, lo cual implica un paradigma social de la discapacidad.
Argentina firma la CDPD y la ratifica por el
Congreso en la ley número 26.378/08, lo que la erige como una norma de estatus
constitucional. Hoy, la CDPD cuenta con 147 países signatarios y 97 países que
la ratificaron.
La misma CDPD sostiene que “los estados parte
reconocen el derecho de las personas con discapacidad a la educación. Con miras
a hacer efectivo este derecho sin discriminación y sobre la base de la igualdad
de oportunidades, los estados parte asegurarán un sistema de educación
inclusivo a todos los niveles así como la enseñanza a lo largo de la vida...”.
Compromiso total
Podríamos citar leyes nacionales y provinciales,
decretos, etcétera. Pero en medio de tanta referencia a los marcos normativos,
nos olvidamos de lo esencial: ahí están. Nos reclaman ellos y sus familias.
Familias desorientadas y con el dolor de ver que sus hijos no tienen cabida, no
está claro a qué tienen derecho.
Y nosotros, como sociedad, enredados en un
entramado sin fin, nos embarcamos en discusiones sobre si las personas con
discapacidad deben acreditar o no los mismos conocimientos que todos; si debe
existir o no la modalidad especial; cuál es el rol de las escuelas especiales
en procesos inclusivos totales; qué entendemos por “igualdad de oportunidades”,
etcétera. Mientras, ellos esperan y desesperan...
Nos debemos un debate profundo. Si acordamos y asentamos
en nuestras leyes que adherimos a los postulados sobre la igualdad de
oportunidades, la inclusión educativa y social, la equidad, el derecho
elemental de toda persona a recibir educación (y así “mostramos estar en
sintonía” con lo que se dice a nivel mundial), debemos contribuir desde todos
los ámbitos a que no sean meros enunciados declarativos.
Hay que hacerlo efectivo, hay que revisar planes de
estudio, revisar titulaciones, funciones y aportes de las escuelas, acompañar
al docente para que pueda trabajar en pos de la inclusión plena, acompañar a
las familias, revisar las formas rígidas de organización que se espejan en un
modelo homogeneizador que ya nos superó.
Necesitamos mucho trabajo coordinado, desde las
políticas estatales hasta el debate dentro de lo que pasa en el espacio micro
de las instituciones y en sus aulas.
Celebro que las autoridades gubernamentales locales
hayan tomado nota de esta situación y en estos días manifiesten estar
dispuestas a abrir el diálogo, y hayan emitido una resolución por la que dan
marcha atrás. Ojalá no sea sólo un “calmar las aguas”, porque se vienen tiempos
electorales. Ojalá sea pensando en todos por igual.
En ocasión de una visita a la Facultad de Educación
en 2013, Ricardo Baquero, docente e investigador de la Universidad de Buenos
Aires, nos decía que cuando pensamos de antemano que tal alumno “no puede”,
“cuando significamos el fracaso escolar de nuestros alumnos como carencias de
educabilidad, en verdad estamos haciendo uno de los juicios más lapidarios
respecto de los pronósticos de aprendizaje de los sujetos”.
Hoy, más que nunca, esta reflexión cobra una
vigencia plena.
*Decana de la Facultad de Educación de la
Universidad Católica de Córdoba
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