El
viernes 07 de junio se realizó en Córdoba la presentación del Libro ¿Que necesitan las familias de
personas con discapacidad? a cargo de Alicia Arenaza una de sus autoras.
Esta iniciativa fue organizada apuntando a brindar a
las personas en situación de discapacidad, a sus familias, a trabajadores y
profesionales que se desempeñan en el ámbito de la discapacidad, la posibilidad
de acceder a esta producción y al diálogo con una de sus autoras.
En
la jornada estuvo participando la periodista Rosana Guerra, del diario la Voz del Interior,
quien realizó la cobertura de la presentación del libro y dialogó con la Mgter Alicia Arenaza y con el grupo de padres que
estudian con padres, quienes brindaron sus testimonios e historias de vida en
cuanto a los procesos, dudas e inquietudes que fueron transitando para acompañar
a sus hijos y generar mecanismos de apoyos
para su autodeterminación, desde un enfoque de derechos y promoción de la participación.
El
resultado de este diálogo, fue la publicación de dos notas periodísticas “Ayuda mutua, una opción para asistir al ser querido”, sobre las experiencias del grupo de padres que
estudian con padres, y “Discapacitados: cuidarlos es cuidar a lasfamilias”, que refiere al contenido del libro ¿Qué necesitan las familias de
personas con discapacidad?. Ambos
artículos pueden encontrarse en el Suplemento de Salud- Discapacidad. Hogares contenidos,
de la edición de hoy del diario La Voz del Interior.
Fuentes: lavoz.com.ar
Autora: Rosana Guerra
Ayuda mutua, una opción para asistir mejor al ser querido
Apadim. La asociación tiene un grupo de padres de niños con discapacidad. Insisten en que aislarse es aislar también al discapacitado.
Emilio Saavedra es integrante del grupo de
padres de Apadim y analiza las implicancias y la influencia de la cultura en el
tema de la discapacidad. “Hay un paradigma cultural por el cual el
discapacitado tiene que ir necesariamente a un lugar de depósito, una escuela,
una institución. Y de lo que se trata, por el contrario, es de involucrarse,
interactuar culturalmente con las personas discapacitadas y con sus familias”.
Y somos
nosotros, las familias, quienes nos tenemos que insertar en la sociedad”, agrega
convencida Verónica Cajal, otra mamá miembro del grupo. En su caso, tiene un
hijo con
síndrome de Down y asegura que lo primero es pedir ayuda. “Lo
importante es juntarse con pares y otros padres con hijos discapacitados para
compartir lo que le pasa a cada uno. Tratamos de generar apoyo entre nosotros,
pero tendría que haber más información desde el Estado sobre el tema de familia
y discapacidad desde un enfoque de derechos y con la mirada inclusiva”,
advierten. Los padres insisten en la necesidad de que se implemente un trabajo
colaborativo con la escuela, la familia, el club, con todas las instituciones.
“Es clave lograr la autodeterminación en nuestros hijos, porque estas
situaciones generan mucha culpa y nos cuesta mucho despegarnos de ellos. Y porque
nosotros en algún momento envejeceremos y ellos necesitarán autosustentarse”,
remarca Verónica.
A su
turno, otra mamá, Marité Córdoba, confiesa que al principio estaba muy
desorientada. “Tengo un hija con síndrome de Down y, al principio, no sabía que
hacer. Estar en el grupo de padres de Apadim me dio esperanza y fortaleza para
afrontar nuestra realidad como papás y como familia. Aprendí a poner límites a
mi hija, y aunque al comienzo me costó bastante y al final lo logré”, dice.
Clara
Salvo, tiene tres hijos de los cuales uno padece síndrome de Down. “A mí me
ayudó a comprender que todos tenemos oportunidades y los mismos derechos. Yo me
sentía muy aislada antes de insertarme en Apadim y cuando me integré disminuyó
mucho mi angustia y me sentí muy contenida. Me dio vida social, encontré un
espacio de integración donde se comparten vivencias”, señala. La mamá agrega
que compartir con otros es permitirle a tu hijo que también lo haga. Es una
forma de abrirle el mundo. “Si uno está encerrado como familia, tu hijo está
aislado”, finaliza convencida.
Investigación
El libro
¿Qué necesitan las familias de personas con discapacidad? es el resultado de
una investigación que surgió en el marco del curso de posgrado en Familia y
Discapacidad de la Universidad Favaloro. En el proceso se indagó sobre qué
experimentan las familias que tienen al menos un miembro con alguna
discapacidad, a efectos de promover un campo de especialización para
desarrollar respuestas a sus necesidades y promover los derechos de todos los
miembros con y sin discapacidad.
Para el
trabajo, se relevaron 228 familias, en su mayoría pertenecientes a niveles
socioeconómicos medios y medio-bajos, con presencia de discapacidad de
distintos lugares de Argentina. También se consultó acerca de las necesidades
experimentadas por estas familias a 52 profesionales.
Los
grupos consultados pertenecen a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Conurbano
bonaerense, (Santa Teresita, Gran Buenos Aires, Tornquist; Santa Fe, (Santa Fe,
Rosario, Sunchales, Santo Tomé, Colonia Esperanza), Corrientes (Santo Tomé y
Goya); Neuquén (Neuquén, Cutral Co, Confluencia Covunco), Córdoba (Córdoba, Río
Cuarto), Entre Ríos (Concepción del Uruguay), Chaco (Resistencia), La Pampa
(Santa Rosa), Tucumán (San Miguel de Tucumán), San Juan (San Juan), Corrientes
(Corrientes) y, en un caso, familiares de personas con osteogénesis imperfecta
de Venezuela (Caracas).
Discapacitados: cuidarlos es cuidar a las familias
Contener
al grupo. Es clave para promover una buena calidad de vida de todos los
miembros. Lograr la autodeterminación de los hijos es un desafío. Integrarlos,
una tarea cotidiana.
“Hay mucha soledad. Es un camino muy solitario
el que tiene que hacer la familia. Sentís que cargás una gran mochila sobre tus
hombros, llena de responsabilidades y exigencias y en una situación de gran
desamparo”. Ese es el mensaje que comparten los integrantes de las familias que
cuidan a algún integrante discapacitado.
“En
rigor, todos podemos ser discapacitados en algún momento de nuestras vidas,
porque la discapacidad es algo que acontece, no es ni un premio ni un castigo,
es una circunstancia que sucede independientemente de nuestras decisiones”,
explica Alicia Arenaza, psicóloga y magíster en psiconeuroinmunoendocrinología
por la Universidad Favaloro de Buenos Aires.
La
especialista agrega que, a medida que pasan los años, hay más probabilidades de
tener en algún momento un factor discapacitante, por lo que se requieren
políticas que apoyen a los cuidadores y a los familiares de esas familias.
Existen crisis accidentales, inesperadas, que desafían abiertamente y muchas
veces de forma abrupta la estabilidad del sistema familiar e impone
alteraciones, como puede ocurrir con la muerte temprana de uno de los
progenitores o un hijo, el diagnóstico de una enfermedad o discapacidad de un
hijo, o la limitación crónica de uno de los cónyuges. “Y las familias
atraviesan por distintas etapa de duelo, de shock , de anhelo y búsqueda,
de desorganización y desesperanza y de reorganización”, aclara Blanca Núñez,
coautora –junto con Liliana Pantano y Alicia Arenaza– del libro ¿Qué
necesitan las familias de personas con discapacidad? , que Apadim presentó
en Córdoba a comienzos de junio.
Esta
organización del tercer sector trabaja desde un enfoque de derechos, de
promoción de la participación, promoviendo la diversidad como valor social.
“Trabajamos en la educación, la capacitación y el derecho al trabajo, a la
salud, la cultura, al deporte y a la identidad. Por eso, es necesario que se
favorezca la inserción de las familias en clubes, en espacios comunitarios”,
indica Martín Passini, encargado de Comunicación Institucional en Apadim.
Pensar en
la calidad de vida de la familia que tiene una persona discapacitada es clave.
Porque en la mirada de la persona que tiene una discapacidad la familia puede
quedar afuera. “Muchas veces, cuando son consultados sobre sus necesidades, los
integrantes del núcleo familiar comienzan a hablar de las necesidades de las
personas discapacitadas y se olvidan de las propias. Se repliegan, se aíslan y
se olvidan de sí mismos”, cuenta Arenaza. Es por esto que brindar espacios de
contención para que las familias también puedan tener calidad de vida se convierte
en algo clave. Lo que no está contemplado es cómo las familias pueden resolver
las situaciones traumáticas cuando no tienen espacios institucionales para
poder expresar sus necesidades y resolverlas. Es importante que se creen
espacios en los que puedan compartir lo que les pasa con grupos de pares,
porque el efecto de cuidado está en el apoyo mutuo.
La
calidad de vida está vinculada con el grado en que colman las necesidades de
los miembros de las familias, el grado en el que disfrutan de su tiempo juntos
y en el que pueden hacer cosas que son importantes para ellos”, describe
Liliana Pantano.
En muchos
casos, se demanda tiempo para salir a trabajar, hecho vivido como única
alternativa de “respiro” personal. Y en otros casos, la falta de tiempo personal
del cuidador principal llega al extremo de experimentarlo como la traba para
hacer reposo, incluso ante el caso extremo de una enfermedad. Y una constante:
el cuidador principal plantea la necesidad de tiempo personal para el ocio,
pero el sentimiento de culpa que acompaña a esta demanda lleva a que se exprese
con poco convencimiento.
Propuesta. Las especialistas también promueven una propuesta de Servicio de Apoyo y Asesoramiento orientado a mejorar la calidad de vida familiar y la formación profesional especializada. Plantean la necesidad de que se creen servicios estructurados, independientes, que consideren a las familias como cliente del servicio, receptora de apoyos y recursos, así como co-proveedora de los mismos. Y también que cumplan funciones de coordinación de diferentes servicios y organizaciones en la tarea que llevan adelante con una misma familia. “Además, que se capacite a los profesionales que integren los servicios de apoyo y asesoramiento a familias y que estos se implementen como parte de una política de salud estatal”, proponen las autoras de la investigación.
Propuesta. Las especialistas también promueven una propuesta de Servicio de Apoyo y Asesoramiento orientado a mejorar la calidad de vida familiar y la formación profesional especializada. Plantean la necesidad de que se creen servicios estructurados, independientes, que consideren a las familias como cliente del servicio, receptora de apoyos y recursos, así como co-proveedora de los mismos. Y también que cumplan funciones de coordinación de diferentes servicios y organizaciones en la tarea que llevan adelante con una misma familia. “Además, que se capacite a los profesionales que integren los servicios de apoyo y asesoramiento a familias y que estos se implementen como parte de una política de salud estatal”, proponen las autoras de la investigación.
Entre las
conclusiones más importantes del estudio se considera que más del 60 por ciento
de los cuidadores son mujeres, un resultado que sigue mostrando la tendencia de
que tradicionalmente la mujer asume el rol de cuidadora, aunque de a poco los
hombres se van comprometiendo en distintas tareas vinculadas al cuidado.
También se halló que la presencia femenina está vinculada con el parentesco con
el miembro con discapacidad que representan (madres, abuelas, tías, hermanas o
hijas de alguna persona discapacitada). A la convocatoria respondieron
mayoritariamente familias de personas con discapacidad mental e intelectual que
representaron casi el 50 por ciento del total de familiares consultados. Le
siguieron los casos de discapacidad motriz (24, 3 por ciento), múltiple (17,4
por ciento), sensorial (7,7 por ciento) y del habla (0,9 por ciento).
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