Desde distintos espacios y medios se viene instalando el debate sobre de las implicancias educativas, culturales y
conceptuales en relación al paradigma de la escuela inclusiva o la escuela
especial.
Desde los derechos de las personas a una buena educación y a elegir, en estos tiempos en que se avizoran cambios profundos implica que todas las instituciones deberán repensar sus prácticas, reflexionar el alcance y consecuencias de las mismas y de las políticas públicas donde se sostienen las intervenciones sociales para aportar miradas con claridad e ideas superadoras.
Este debate abierto al interior de las instituciones debe
producirse con un profundo sentido de búsqueda para revisar conceptos y
contenidos, potenciar las prácticas y reconvertir las miradas
acerca de la discapacidad desde un enfoque de derechos, que no reitere
discursos como verdades absolutas.
Compartimos aquí las reflexiones de Antonio Mitre*
sobre tres artículos publicados en el diario Clarín, sobre la temática.
Opiniones que invitan a la intervención, debate y posicionamiento institucional
que promueva e instale la temática.
“Esta es la discusión que se viene y los medios la están
instalando ¿La escuela inclusiva puede lo que no puede la escuela especial? Este
juicio sobre la escuela inclusiva sin duda va impactar fuertemente en el
imaginario de los padres de un niño con discapacidad intelectual a la hora
de elegir el tipo de escuela para su hijo. Por eso este
concepto o idea hoy tiene que atravesar el necesario debate hacia adentro
de la escuela especial, que debe tener un profundo sentido autocrítico
para revisar su concepto educativo, sus contenidos, practicas y sus resultados,
para poder en mi opinión reconvertirse y revalorizarse en tiempos en que
se avizoran cambios profundos ¿Podrá la escuela especial romper con
el paradigma negativo del "no poder" que condiciona sus procesos de
enseñanza, y que la acompaña de su nacimiento? Todo un desafío”. (Antonio
Mitre)
La integración mejora el rendimiento.
La necesidad de que los chicos discapacitados sean
incluidos en las escuelas comunes no obedece sólo a un concepto integrador
desde el punto de vista social, sino también a resultados concretos que ponen
de manifiesto el mejor rendimiento de estos alumnos en condiciones de inclusión
que si son separados en instituciones especiales. En la Argentina no se conocen
estudios al respecto, pero en Estados Unidos una investigación realizada por el
Instituto de Indiana sobre Discapacidad y Comunidad estableció una relación
directa entre inclusión y resultados académicos, al comparar a estudiantes
discapacitados con sus compañeros sin necesidades educativas especiales. El
trabajo analizó el rendimiento académico puntual en Lengua y Matemática. Las
conclusiones fueron reveladoras por dos aspectos: el primero, que los alumnos
con alguna discapacidad en escuelas inclusivas obtienen mejores rendimientos
que los discapacitados educados en instituciones no inclusivas. El segundo, que
los estudiantes sin discapacidad, escolarizados en escuelas integradoras,
obtienen mejores resultados que sus pares sin discapacidad en escuelas no
inclusivas. La conclusión es que por encima de las personas y sus condiciones,
existe un concepto educativo que resulta más efectivo para el aprendizaje en su
conjunto. Al no ajustar la infraestructura y la pedagogía para que eso sea
posible, se está perdiendo la oportunidad –una más– de mejorar la calidad de la
enseñanza.
Fuente: Clarin.
“El medio, al mismo tiempo que deja instalado el
concepto que la integración escolar mejora el rendimiento de los niños con
discapacidad intelectual lo que favorecería su desarrollo, difunde un informe
del INADI, según el cual persiste en el país la falta de inclusión escolar de
los discapacitados, lo que presupone que se está ante una inequidad social y
una violación de los derechos de estos niños garantizados por ley de
acceder a una mejor calidad educativa. Al mismo tiempo deja
flotando de manera subjetiva ante la sociedad y la familia que la escuela
común inclusiva es mejor opción que la escuela especial” (Antonio Mitre).
Informe del INADI: Persiste la falta de inclusión escolar de los discapacitados.
Desde 2004 aumentó la cantidad de alumnos en escuelas
especiales, aunque por ley el Ministerio de Educación debe garantizar que vayan
a escuelas comunes. Hay barreras burocráticas y culturales.
En 1994 lo pidió la Unesco en su Declaración de
Salamanca. “Las personas con necesidades educativas especiales deben tener
acceso a las escuelas ordinarias”. En 2006, lo tomó la Ley Nacional de
Educación. “El Ministerio de Educación, en acuerdo con el Consejo Federal,
garantizará la integración de los/as alumnos/as con discapacidades en todos los
niveles y modalidades”. Hoy, ambas instantáneas no alcanzan para compaginar una
película con un final feliz. “Advertimos una gran brecha entre los valores
proclamados y la práctica”. El alerta del Instituto Nacional contra la
Discriminación (INADI) resume que, pese a todos los avances normativos de las
últimas décadas, las metas de acceso e inclusión en el sistema educativo
argentino siguen constituyendo una carrera con demasiados obstáculos.
Cuando el Congreso sancionó la ley 26.206 hace 6 años
había 121.858 alumnos en escuelas especiales. Desde 2004 y aún en los años
siguientes, el número no dejó de subir y para 2010, los inscriptos ya superaban
los 127.500. ¿Fracaso de la ley? ¿Desconfianza en la integración? ¿Preferencia por
la experiencia focalizada de la educación diferenciada? Según un informe del
INADI “continúan presentes barreras físicas, culturales y actitudinales que
impiden la efectiva inclusión de los/as niños/as con discapacidad en las
escuelas ‘comunes’ ”. Esas dificultades, motivan el reclamo de padres y tutores
“quienes deben atravesar un sinfín de gestiones en el ámbito administrativo e
incluso llegar a interponer acciones de amparo para anotar a sus hijos en
escuelas comunes”, advierte el organismo oficial. “Así muchos padres terminan
por inscribirlos no en el colegio que quieren, sino en el que pueden, lejos de
su casa y eso es costoso en materia de integración”, advierte Haydee Muslera,
ex directora de Educación Especial de la Ciudad de Buenos Aires. Cupos cubiertos,
trabas para incorporar a la maestra integradora y las barreras edilicias son
los argumentos más repetidos desde las escuelas, tanto públicas como privadas,
que frenan u obstaculizan la integración.
Aún superada la empinada barrera del ingreso, las
dificultades para la inclusión se multiplican una vez adentro, en el terreno
escolar. La capacitación de los maestros de aula y de las autoridades es una de
las materias pendientes. “No sabemos cómo tratarlos” es una frase muy común de
escuchar en boca de directivos de escuelas comunes que reciben a chicos
especiales. “Debe darse un mayor trabajo en equipo e intercambio entre los dos
tipos de docentes”, reconoce Muslera. Por el contrario, Perpetuo Lentijo,
presidente de la Asociación de Entidades Educativas Privadas, considera que la
integración “es exitosa”, aunque evalúa como “imprescindible un acompañamiento
de la educación especial hacia la escuela común, porque esta no está preparada
y no cuenta con la metodología apropiada”.
Para continuar leyendo la nota, ingresar aquí:Informe del INADI: Persiste la falta de inclusión escolar.
Para continuar leyendo la nota, ingresar aquí:Informe del INADI: Persiste la falta de inclusión escolar.
Finalmente la tercera nota publicada se refiere a
la realidad actual de niños con Síndrome de Down y su recorrido en la búsqueda
de accesibilidad en la escuela común” (Antonio Mitre)
Las apreciaciones de las familias en la búsqueda de que
sus niños ingresen a una escuela común, madres que indican que: “es fundamental
que un grupo terapéutico apruebe el ingreso de los chicos en colegios comunes y
que es clave que ellos estén a gusto. “A veces los padres nos equivocamos y los
queremos mandar sí o sí. Lo importante es que vayan felices”, explica Alicia.
“Más allá del derecho que te asiste a enviarlo, hay que tener conciencia cuando
un chico tiene una problemática profunda. Es necesario pensar si es feliz en
una escuela común”.
“Iba con Tomy y me decían que había vacantes, pero
no para él”
Dos madres le contaron a Clarín el calvario que sufrieron
para que sus hijos pudieran ir a una escuela común. Una llegó a recorrer 22
escuelas y la otra, 10. Ahora ayudan a otros.
Alicia Kosinski recorrió 22 colegios antes de que Tomás,
su hijo, fuera aceptado por uno. Vivió lo que define como un “calvario”.
Semejante al de Gladys Isam, que consultó en diez establecimientos hasta que
logró inscribir en preescolar al otro Tomás que ahora corretea por la casa
junto a su amigo. Juegan, saltan, se ríen mientras sus mamás le cuentan a Clarínque,
de tanto sufrir, formaron una agrupación para asistir y contener a padres de
chicos con síndrome de Down.
Alicia y Gladys peregrinaron para que sus hijos fueran
aceptados por el sistema educativo. Chocaron contra excusas variadas. En
colegios públicos y privados. Incluso religiosos, que no querían “chicos con
Down” o “discapacitados mentales”. “Iba de la mano con Tomy y me decían que
había vacantes, pero me preguntaban ‘¿para quién es?’ Yo les decía que era para
él. ‘Ah, no, se cerró ayer la inscripción’, me decían. Como mamá, ¿cómo salís
de ahí?”, lamenta Alicia. Denunció el caso ante el INADI y la Defensoría del
Pueblo. No le dieron “bolilla”. Tomás cumple siete años a fin de mes. El año
pasado pudo conseguir un colegio común e integrador para empezar el preescolar". Nota completa,
ingresando aquí.
*Antonio Mitre, secretario de la Comisión Directiva
de APADIM.
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