"La educación ya no es una cuestión de Estado".
Para definir la educación, el filósofo Carlos Torres recurre a Borges: "Es hacer que todos entendamos cómo vamos descubriendo los trazos de nuestro propio rostro".
Carlos Alberto Torres es director fundador del Instituto Paulo Freire en San Pablo y en
La semana pasada estuvo en Córdoba para encabezar la charla "Globalización, educación y justicia social" organizada por
Guiado por el modelo de Paulo Freire, educador brasileño y teórico del área, Torres dio su punto de vista sobre la educación popular en América latina y sostuvo que el modelo neoliberal es su principal miseria.
-¿Qué es educar?
-Encontrar una definición es casi imposible. Tampoco hay consensos sobré cuáles son los valores de la educación. Lo que sí hay son aspectos dominantes de un modelo hegemónico.
-¿Cuáles son esos aspectos?
-Si uno piensa en lo que pasó en el siglo 20, especialmente desde la constitución del Estado de bienestar social y su contraparte, el modelo de John Dewey y lo que se llamó Escuela Nueva, la educación tenía funciones muy claras: ayudar a los sujetos a dirimir sus diferencias, enfocarse en el alumno, aportar a la construcción de la democracia, entre otras cosas. Este modelo se vincula lentamente, en los ’50 y ’60, con el crecimiento de la economía de la educación, que justifica a la educación como inversión y no como un gasto. El neoliberalismo viene a alterar este modelo porque pone a la economía en el centro de la discusión y dice que una buena educación es la que educa a la fuerza de trabajo para la competencia internacional. Entonces, el alumno ya no es el objeto central de la educación y el maestro pasa a ser marginado.
-¿Cómo es esto?
-El neoliberalismo, que predica la privatización como solución educativa, impulsó la idea de que no hay que educar al ciudadano, sino al consumidor. Hay tres aspectos sobre los que la globalización de cuño neoliberal impactó en la educación: a nivel de la economía política del financiamiento educativo, en términos de las vinculaciones entre educación y trabajo, y mediante la creación de un movimiento pro estándares de excelencia académica internacional.
-¿No acuerda con la educación privada?
-No estoy en contra de lo privado, sino de la privatización como el único modelo posible de financiación de la educación pública. Las universidades privadas que son mecanismo de acumulación de capital, son pésimas.
-¿Hay algún país latinoamericano que está mejor posicionado en relación a las políticas educativas?
-Brasil es un país extraordinariamente federal. La dinámica que hay entre el estado federal, los estados y los municipios es impresionante. Además, han adjudicado un valor a la educación, le pusieron un precio: le destinan el 25 por ciento del presupuesto. Pero esto no significa que sea la mejor.
-¿Cuáles son las virtudes y miserias de la educación en Argentina?
-Daré una respuesta de América latina. El siglo 20 fue el siglo de la educación: se extendieron las posibilidades educativas a todos, se crearon modelos democráticos de educación que funcionan muy bien, y las escuelas de América latina fueron el modelo de bienestar social del continente. Esa es la principal virtud. Otra es la educación popular, que inventamos en estos países y se convirtió en un excepcional producto internacional. Otra virtud fue la investigación acción, un modelo pedagógico que hoy se aplica en las universidades norteamericanas más progresistas. En cuanto a las miserias, la primera es el neoliberalismo. Otro gran problema que tenemos es que la educación ya no es una cuestión de estado, sino de gobierno.
-¿Alguna vez la educación fue cuestión de estado?
-Comenzó siéndolo, porque para la construcción de un estado nación se necesitaba una lengua dominante, un ejército para controlar las guerras civiles, un mercado, una moneda común, defensa de las fronteras y una narración que fue creada a partir de la educación. Así, la educación se convierte en un elemento narrativo para construir el estado nación. Que luego haya sido usurpada por los conservadores, es otra historia. Después, las dictaduras hicieron que la educación dejara de ser una cuestión de estado y se convirtiera en una cuestión privada. Las dictaduras han clavado en el corazón de la educación argentina una espada de Damocles terrible.
-¿Cuánto tiempo llevará regresarla al Estado?
-Muchos años, porque en Argentina las cosas toman mucho tiempo y porque para ello necesitamos plata. Lo fundamental es pagarles bien a los maestros. Por otro lado, hay que decir que la educación no transforma a una sociedad, no transforma a una economía. Freire decía que es una palanca para el desarrollo, pero necesita de otras cosas.
-¿Qué opina de la educación virtual, de la aplicación de la tecnología a la educación?
-Las computadoras no resuelven los problemas educativos, pero pueden contribuir a hacerlo. Son cuestiones que merecen ser debatidas en el seno de los gobiernos. Pienso que antes de poner una computadora en el aula para cada chico, hay otras prioridades de costo que satisfacer. Uno de los modelos más claros del neoliberalismo ha sido pensar que una computadora resuelve los problemas educativos, pero no es así. Una computadora puede dar respuesta a algunas cosas, pero las cuestiones más profundas no se cumplen.
-¿Cuál es, entonces, su propia definición de educación?
-Es lo que hago con mis estudiantes: ellos y yo nos constituimos en una comunidad, donde soy un orientador. Es una comunidad de aprendizaje y política. Tratamos de aprender uno del otro. Tratamos de ejercer una crítica sistemática. Educación es, como lo dijo Borges, hacer que todos entendamos cómo vamos descubriendo los trazos de nuestros propio rostro. Eso implica descubrir los legados y tradiciones de los que venimos, nuestras propias mutaciones, descubrir las miserias y grandezas de nuestra propia educación. Por lo tanto, pienso que educar es crear comunidades de aprendizaje. De esto se trata la educación como justicia social de la que tanto habló Freire.
Fuente: La Voz del Interior.
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