Desde mañana se proyectará el filme protagonizado por jóvenes en situación de discapacidad. Un ejercicio de inclusión e identidad que merece ser visto.
Una sensación impura, una lágrima de buen agüero. La comodidad. Pagás y te lleva. Mirás chicas". Así define Luciano Boscato el placer que siente cuando sube a un ómnibus. Lacone, su personaje en la película Japón, toma varios colectivos en la ciudad de Córdoba. Emilse Grillo recuerda una yegua que tenía de niña y se emociona: Esmeralda, su personaje, llega a la boda en sulky. Se casa con Messi (Fernando Azcona). Es Fernando quien sugiere, para el guión, que la jueza diga "los declaro mujer y marido", porque para él, la mujer es lo más importante que hay.
El desafío de Raúl (Raúl Fernández) era hacer un asado. Eso ocurre frente a la cámara. En tanto, Federico Sposato, Borgez en la ficción, se imaginó como escritor de boina, redactando poemas por ríos, bares y milongas. Lo logró a pesar de que se decía que no podía hacerlo por su dificultad para la abstracción.
Japón, el documental experimental que se estrena mañana en el Salón de Actos del Pabellón Argentina, es el resultado de un arduo trabajo de autoconocimiento, reflexión y superación de los límites de las personas en situación de discapacidad que lo protagonizan. Junto a ellos, los realizadores/coordinadores fueron construyendo un registro de las transformaciones que el grupo fue operando en el taller que derivó en la Fundación La Morera.
Historias breves.
"Queremos mostrar los avances nuestros. Van a ver los resultados. Cada compañero tiene su personaje y simboliza algo", dice Luciano, quien en la camiseta lleva estampado el número 880.000.
Cuentan que la primera historia, la más experimental, fue la de Borgez. "Estuvimos medio año buscando las historias. Salíamos con una camarita los fines de semana; nos prestó el sonido Pablo Belzagui, de El Cíclope. Terminamos de filmar el partido el 29 de diciembre de 2006, cuando todavía no éramos La Morera", comentan.
Con Borgez anduvieron mucho por Agua de Oro y Cuesta Blanca.
Lacone tomó el A6, el A3, fue al Chateau en el E5, anduvo por barrio Los Robles, acompañado por el director Gonzalo Montiel y el productor Matías Jaimovich.
"Lacone me sirvió para aprender cosas del centro, a tomar una coca", dice Luciano que además, canta Bésame en el rol de Luis Miguel. "Ese tema está en el primer disco de Los Wachufafafa, Vuelo alegre", señalan. La música es una aliada imprescindible de la imagen.
La cámara fue el medio de conocimiento y relación, un objeto útil para el entrenamiento; no funcionó como un recurso intimidatorio. En tanto, el ritmo, surgido al azar, con la convicción de Los Wachufafafa, derivó en ‘Japón’, que no es el país, aunque también puede ser. Al principio empezaron a corear: "¡Qué peliculón! Japón, Japón".
"Japón es el presente; ante cualquier crisis mundial, está Japón", comentaron en el taller las frases que se leen en el pizarrón de la película. Entonces Japón es un equipo de fútbol que juega el clásico contra otro equipo que se llama Jabón. En definitiva, nadie puede dar precisiones sobre el nacimiento del término utilizado como emblema y título. Todo se fue armando en un proceso en el que los realizadores aprendieron tanto como los talleristas. "Disfrutamos mucho el proceso; aprendimos a armar carpetas, a producir, a armar la isla de edición", dicen los directores y Luciano agrega: "Aprendimos a comportarnos".
Lo que se ve.
Japón es una película experimental en su factura, con una cámara rudimentaria que se mueve buscando a los personajes. Hay muchos primerísimos planos y tiempo suficiente para meterse en esa ficción que va diluyendo los límites con la realidad. Cada personaje busca su lenguaje y lo encuentra como puede. No hay sobreexposición ni demagogia. Los personajes van apareciendo en esa sucesión y hay un compromiso afectivo tan alto con el producto que emocionan cuando miran la cámara. El hilo entre actuación y no-actuación es delgado, pero nunca se corta. Ésa es la garantía que los responsables dan a sus actores. ¿Cuántos ómnibus tomó Lacone? ¿Qué gusto tiene el asado de Raúl, expuesto a los sentidos? ¿Cómo es el amor entre Esmeralda y Messi? ¿Por qué escribe Borgez? Japón se ve como una invitación a entrar a un lugar de puertas abiertas.
Los actores hablan sobre la discriminación que ven y reafirman sus identidades. La película es, en ese sentido, un instrumento, una llave y un comienzo. La Fundación La Morera (los Japón en pleno) preparan un segundo disco de Los Wachufafafa, todavía sin título; un almanaque con fotos de puertas y ventanas de Alberdi y poesías colectivas; y un libro multimedia, con videos, música y fotografías.
"Experimentamos una historia en la que está presente el reconocimiento de la diversidad. Con ese hacer, participamos y ésa es una forma de inclusión. Queremos que la película contribuya a reflexionar sobre lo que pasa", dice Montiel.
"Nosotros evolucionamos como personas. Evolucionar significa respetar la palabra del otro", señala Luciano. Para su padre, uno de los familiares que acompaña el recorrido de la película, con Japón abrieron una puerta para mostrar su potencial. Entonces, se entiende por qué la película es fuerza, alegría, amistad y Wachufafafa.
Fuente: La Voz del Interior.
Una sensación impura, una lágrima de buen agüero. La comodidad. Pagás y te lleva. Mirás chicas". Así define Luciano Boscato el placer que siente cuando sube a un ómnibus. Lacone, su personaje en la película Japón, toma varios colectivos en la ciudad de Córdoba. Emilse Grillo recuerda una yegua que tenía de niña y se emociona: Esmeralda, su personaje, llega a la boda en sulky. Se casa con Messi (Fernando Azcona). Es Fernando quien sugiere, para el guión, que la jueza diga "los declaro mujer y marido", porque para él, la mujer es lo más importante que hay.
El desafío de Raúl (Raúl Fernández) era hacer un asado. Eso ocurre frente a la cámara. En tanto, Federico Sposato, Borgez en la ficción, se imaginó como escritor de boina, redactando poemas por ríos, bares y milongas. Lo logró a pesar de que se decía que no podía hacerlo por su dificultad para la abstracción.
Japón, el documental experimental que se estrena mañana en el Salón de Actos del Pabellón Argentina, es el resultado de un arduo trabajo de autoconocimiento, reflexión y superación de los límites de las personas en situación de discapacidad que lo protagonizan. Junto a ellos, los realizadores/coordinadores fueron construyendo un registro de las transformaciones que el grupo fue operando en el taller que derivó en la Fundación La Morera.
Historias breves.
"Queremos mostrar los avances nuestros. Van a ver los resultados. Cada compañero tiene su personaje y simboliza algo", dice Luciano, quien en la camiseta lleva estampado el número 880.000.
Cuentan que la primera historia, la más experimental, fue la de Borgez. "Estuvimos medio año buscando las historias. Salíamos con una camarita los fines de semana; nos prestó el sonido Pablo Belzagui, de El Cíclope. Terminamos de filmar el partido el 29 de diciembre de 2006, cuando todavía no éramos La Morera", comentan.
Con Borgez anduvieron mucho por Agua de Oro y Cuesta Blanca.
Lacone tomó el A6, el A3, fue al Chateau en el E5, anduvo por barrio Los Robles, acompañado por el director Gonzalo Montiel y el productor Matías Jaimovich.
"Lacone me sirvió para aprender cosas del centro, a tomar una coca", dice Luciano que además, canta Bésame en el rol de Luis Miguel. "Ese tema está en el primer disco de Los Wachufafafa, Vuelo alegre", señalan. La música es una aliada imprescindible de la imagen.
La cámara fue el medio de conocimiento y relación, un objeto útil para el entrenamiento; no funcionó como un recurso intimidatorio. En tanto, el ritmo, surgido al azar, con la convicción de Los Wachufafafa, derivó en ‘Japón’, que no es el país, aunque también puede ser. Al principio empezaron a corear: "¡Qué peliculón! Japón, Japón".
"Japón es el presente; ante cualquier crisis mundial, está Japón", comentaron en el taller las frases que se leen en el pizarrón de la película. Entonces Japón es un equipo de fútbol que juega el clásico contra otro equipo que se llama Jabón. En definitiva, nadie puede dar precisiones sobre el nacimiento del término utilizado como emblema y título. Todo se fue armando en un proceso en el que los realizadores aprendieron tanto como los talleristas. "Disfrutamos mucho el proceso; aprendimos a armar carpetas, a producir, a armar la isla de edición", dicen los directores y Luciano agrega: "Aprendimos a comportarnos".
Lo que se ve.
Japón es una película experimental en su factura, con una cámara rudimentaria que se mueve buscando a los personajes. Hay muchos primerísimos planos y tiempo suficiente para meterse en esa ficción que va diluyendo los límites con la realidad. Cada personaje busca su lenguaje y lo encuentra como puede. No hay sobreexposición ni demagogia. Los personajes van apareciendo en esa sucesión y hay un compromiso afectivo tan alto con el producto que emocionan cuando miran la cámara. El hilo entre actuación y no-actuación es delgado, pero nunca se corta. Ésa es la garantía que los responsables dan a sus actores. ¿Cuántos ómnibus tomó Lacone? ¿Qué gusto tiene el asado de Raúl, expuesto a los sentidos? ¿Cómo es el amor entre Esmeralda y Messi? ¿Por qué escribe Borgez? Japón se ve como una invitación a entrar a un lugar de puertas abiertas.
Los actores hablan sobre la discriminación que ven y reafirman sus identidades. La película es, en ese sentido, un instrumento, una llave y un comienzo. La Fundación La Morera (los Japón en pleno) preparan un segundo disco de Los Wachufafafa, todavía sin título; un almanaque con fotos de puertas y ventanas de Alberdi y poesías colectivas; y un libro multimedia, con videos, música y fotografías.
"Experimentamos una historia en la que está presente el reconocimiento de la diversidad. Con ese hacer, participamos y ésa es una forma de inclusión. Queremos que la película contribuya a reflexionar sobre lo que pasa", dice Montiel.
"Nosotros evolucionamos como personas. Evolucionar significa respetar la palabra del otro", señala Luciano. Para su padre, uno de los familiares que acompaña el recorrido de la película, con Japón abrieron una puerta para mostrar su potencial. Entonces, se entiende por qué la película es fuerza, alegría, amistad y Wachufafafa.
Fuente: La Voz del Interior.
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