Un grupo de jóvenes músicos con capacidades especiales emprende una gira nacional impulsada por León Gieco. Y es el conocidísimo intérprete el que pone las cosas blanco sobre negro en un diálogo confesional con sus compañeros de ruta. Compartiendo un asiento del colectivo, que ya marcha por la mitad del camino trazado, cuenta que a esta altura de su carrera, con la Argentina recorrida de punta a punta y decenas de discos editados, lo ha hecho casi todo, pero siempre como líder de conjunto, y que su mujer lo animó a emprender esta aventura donde él ha descubierto que por primera vez se siente como “uno más” del grupo. Y eso (como que la afirmación está respaldada por el compromiso y la ética de toda una vida) es lo que se ve en Mundo Alas, el documental que acaba de ganar la calle acompañado por un disco y un libro de fotografías. Gieco como un vaso comunicante, como un tutor artístico (ver cómo ayuda a componer a uno de los muchachos), pero de muy bajo perfil, mientras los verdaderos protagonistas de la película cuentan sus historias de vida, sus miedos ante la oportunidad que se les presenta, sus ilusiones de cara al futuro.
El perfil de los chicos es tan importante que la geografía de la Argentina por la que andan queda en segundo plano. Como si los paisajes fueran a distraer al espectador del lugar donde está la real belleza de este emprendimiento: en las personas. Sí, por supuesto: hay numerosos momentos de los conciertos dados durante la gira, con la preponderancia (algo de lo que podemos enorgullecernos) de las tomadas durante el recital brindado en el Teatro San Martín de esta ciudad, ante un público que los músicos clasifican como “el más cálido” de la excursión. Se trata de un documental parejo, ameno, sin golpes bajos, positivo, que termina de la mejor manera posible. Revelando que lo que uno de los chicos comenta en un momento del viaje (“Después de todo esto, yo creo que van a llovernos propuestas”) no es un lapsus de idealismo o de confianza ciega sino una palpable realidad, ya que varias de estas personas tienen hoy una incipiente carrera musical, con o sin compañía productora por detrás.
Por eso tal vez el primer título de este largometraje iba a ser: “Para qué quiero pies si tengo alas”. Para emocionarse y reflexionar sobre los alcances de la música. Una virtud: que esté basado “en un hecho real”. Un pecado: no aprender algo de ella.
Fuente: La Voz del Interior.
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