Escrito por Carlos del Frade
(APe).- Una pareja de trabajadores golondrinas bolivianos no puede hacerse cargo de su tercer hijo, en este caso una beba nacida en la provincia de San Juan.
No pueden más. Saben que hay un destino marcado sobre ellos.
Los trabajadores del hospital Rawson de la capital cuyana quedaron sorprendidos. Los papás, Ofelia Soralde Segarra y Martín Colque Maraza, ambos de dieciocho años, llegaron ante la guardia policial y les dijeron que no podían criarlas. Ahora la beba está en la Casa Cuna a la espera de su nuevo destino, alguna familia que ejerza la tenencia de manera transitoria.
Ofelia y Martín ya tienen otros dos hijos, un nene de cuatro años que quedó a cuidado de los abuelos, y una chiquita de dos años que los acompaña en esta aventura de cosechar vid por algunos meses.
Después volverán a Bolivia con un poco más de lo que tenían cuando arribaron a San Juan.
Pero decidieron que no pueden criar una hija más.
La crónica periodística habla de la rareza del caso porque -sostienen los reporteros- es poco usual que los padres, a cara descubierta y con absoluta sinceridad, dejen a una beba en un hospital sin ocultar un solo detalle de su identidad.
Ellos quieren que su nueva hija viva bien.
Algo mínimo que saben que no podrá ser.
Amor y desgarro profundos.
Ofelia y Martín forman parte del pueblo joven de una tierra saqueada que recién ahora ha iniciado un camino de liberación pero que, sin dudas, todavía siente las consecuencias de la pobreza impuesta y multiplicada.
¿Cuántos sentirán como Ofelia y Martín en las profundidades de estos desmesurados arrabales del universo que conforman el barrio cósmico de América del Sur?
La beba de Ofelia y Martín fue arrebatada por la misma invisible mano que dicen que rige el mercado, el sistema o como quiera que se llame.
La misma invisible mano que los convence que no hay futuro a millones de pibas y pibes y que transforma en condena la palabra mañana.
En estas tierras plagadas de robos y masacres, de resistencias y sueños colectivos inconclusos, mujeres de distintas latitudes se aferraban a sus panzas como símbolo de última esperanza mientras resistían torturas inimaginables aún en el infierno del Dante.
El gesto de Ofelia y Martín sacude aquella memoria de amor y lucha.
Como si la experiencia cotidiana que deben enfrentar fuese superior a los tormentos soportados por tantísimas generaciones de sudamericanos. Y no se trata de un cuestionamiento hacia los jóvenes padres, sino de tomar conciencia del grado de oscuridad que suponen las condiciones de sobrevivencia de millones y millones de compañeras y compañeros de esta patria grande que todavía no puede caminar sus propios pasos y seguir su camino elegido.
Habrá que recuperar cada una de esas bebas, cada una de esas vidas sin noción de futuro, habrá que derrotar a las no tan invisibles manos del sistema para que la existencia, el amor y los hijos vuelvan a ser sinónimos de lo mejor de la humanidad.
Es una deuda humana para los muchos que como Ofelia y Martín sufren semejante ultraje.
Es una deuda humana con nosotros mismos.
Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo.
(APe).- Una pareja de trabajadores golondrinas bolivianos no puede hacerse cargo de su tercer hijo, en este caso una beba nacida en la provincia de San Juan.
No pueden más. Saben que hay un destino marcado sobre ellos.
Los trabajadores del hospital Rawson de la capital cuyana quedaron sorprendidos. Los papás, Ofelia Soralde Segarra y Martín Colque Maraza, ambos de dieciocho años, llegaron ante la guardia policial y les dijeron que no podían criarlas. Ahora la beba está en la Casa Cuna a la espera de su nuevo destino, alguna familia que ejerza la tenencia de manera transitoria.
Ofelia y Martín ya tienen otros dos hijos, un nene de cuatro años que quedó a cuidado de los abuelos, y una chiquita de dos años que los acompaña en esta aventura de cosechar vid por algunos meses.
Después volverán a Bolivia con un poco más de lo que tenían cuando arribaron a San Juan.
Pero decidieron que no pueden criar una hija más.
La crónica periodística habla de la rareza del caso porque -sostienen los reporteros- es poco usual que los padres, a cara descubierta y con absoluta sinceridad, dejen a una beba en un hospital sin ocultar un solo detalle de su identidad.
Ellos quieren que su nueva hija viva bien.
Algo mínimo que saben que no podrá ser.
Amor y desgarro profundos.
Ofelia y Martín forman parte del pueblo joven de una tierra saqueada que recién ahora ha iniciado un camino de liberación pero que, sin dudas, todavía siente las consecuencias de la pobreza impuesta y multiplicada.
¿Cuántos sentirán como Ofelia y Martín en las profundidades de estos desmesurados arrabales del universo que conforman el barrio cósmico de América del Sur?
La beba de Ofelia y Martín fue arrebatada por la misma invisible mano que dicen que rige el mercado, el sistema o como quiera que se llame.
La misma invisible mano que los convence que no hay futuro a millones de pibas y pibes y que transforma en condena la palabra mañana.
En estas tierras plagadas de robos y masacres, de resistencias y sueños colectivos inconclusos, mujeres de distintas latitudes se aferraban a sus panzas como símbolo de última esperanza mientras resistían torturas inimaginables aún en el infierno del Dante.
El gesto de Ofelia y Martín sacude aquella memoria de amor y lucha.
Como si la experiencia cotidiana que deben enfrentar fuese superior a los tormentos soportados por tantísimas generaciones de sudamericanos. Y no se trata de un cuestionamiento hacia los jóvenes padres, sino de tomar conciencia del grado de oscuridad que suponen las condiciones de sobrevivencia de millones y millones de compañeras y compañeros de esta patria grande que todavía no puede caminar sus propios pasos y seguir su camino elegido.
¿Cuántos sentirán como Ofelia y Martín en las profundidades de estos desmesurados arrabales del universo que conforman el barrio cósmico de América del Sur?En el hospital Rawson de San Juan, una beba de apenas tres días fue arrancada de los brazos de sus padres, trabajadores golondrinas, por la permanente tortura que aplica la mano invisible del mercado, la mano invisible del sistema, aquella que es capaz de eliminar hasta la última esperanza en miles y miles de parejas jóvenes latinoamericanas.
Habrá que recuperar cada una de esas bebas, cada una de esas vidas sin noción de futuro, habrá que derrotar a las no tan invisibles manos del sistema para que la existencia, el amor y los hijos vuelvan a ser sinónimos de lo mejor de la humanidad.
Es una deuda humana para los muchos que como Ofelia y Martín sufren semejante ultraje.
Es una deuda humana con nosotros mismos.
Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo.
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