*Lic. Ester Frola.
Los talleres protegidos, hoy, son ámbitos laborales donde personas con discapacidad se incluyen en equipos de trabajo cuya tarea, ritmo y escala de producción son planificadas de acuerdo a la suma de capacidades y competencias del grupo.Paralelo a la producción en gran medida artesanal (valor agregado al producto final) se realiza un proceso de capacitación y formación que apunta a generar mayores competencias individuales como paso previo a una futura elección.
La elección, para cada persona, significa valorar lo adquirido desde la confianza del conocimiento y poder proyectar en que espacio se desea desarrollar una actividad, laboral o no, en relación a sus propios intereses y vocación.
Aquí se plantean una serie de incógnitas y posicionamientos donde las pautas culturales del contexto, prioritariamente familiares, definen el lugar del “valor” que se le asignan a los espacios de participación social.
La toma de una posición es una acción compleja, ya que implica asumir el deseo de concretar ciertas metas y por ende desechar o posponer otras.
En el área de la discapacidad, muchas veces, las personas son “invisibles” (al decir de Carlos Eroles[1]). El deseo es impuesto desde afuera, negando así toda posibilidad de pensarse como persona de derechos, con poder de desición. Cuando realmente una persona con discapacidad, entre varias opciones, elige permanecer en un taller protegido (como espacio de trabajo y no de contención), capacitarse en un área, desarrollarse personalmente, integrarse al empleo abierto o salir del sistema productivo es cuando se ejercen los derechos innatos de la condición humana.
Los talleres protegidos deberían dejar de ser el último espacio productivo de cualquier persona para convertirse en una etapa significativa de la vida de un adulto. Esto hoy es una realidad que se está transformando.En la sociedad en la que participamos activamente aportamos al cambio cuando somos parte de los cambios, y eso significa ser activos, creativos y comprometidos. La realidad no cambia ni mágica ni rápidamente. Quienes conformamos las comunidades a diario introducimos cambios que repercuten en el futuro. Algunos son imperceptibles otros serán profundos, ambos dependerán de los núcleos de debate y del compromiso que estemos dispuestos a asumir. Somos parte de la historia social, nadie es mero espectador, porque somos esencia de la trama social.
Cuando los talleres comienzan a producir objetos, productos o hasta situaciones sin tener como centro el antiguo concepto de discapacidad y lo hacen fundado en un concepto integral de persona, comienzan a entrar en un lento proceso de cambio social donde muchos actores se ven involucrados y afectados.
Analizando el fenómeno concomitante de un producto realizado dentro de los talleres protegidos, cualquiera y de cualquier tipo, refleja una combinación de hechos y de ideologías que lo moldearon hasta su presentación final.
Seguir ese proceso puede ser una tarea fascinante, con múltiples caminos y opciones, con discursos ricos y contradictorios, con signos y significados de cotidianeidades. El comprador no suele, y no tiene por que, ver la trama del proceso; pero quienes participan de él sí. Eso puede ser la diferencia de elección al encarar los proyectos. Cada accionar siempre repercute en el otro. Históricamente las personas con discapacidad fueron receptores pasivos de la desición de sus necesidades y de su futuro. Hoy las cosas están cambiando, la participación tiende a ser real y dinámica.
Como contrapartida los profesionales que trabajan en el área experimentan un proceso proporcional al del operario, ya que debe asumir un rol emprendedor que contemple mercado y competencias. Es hacer real lo posible, es creer que la suma de habilidades generará un espacio de trabajo rico para la construcción de nuevas instancias personales y laborales. Es pensar que lo que se produce está enmarcado en normas de calidad que rigen las leyes del mercado.
Ser profesional no significa ser dueño del conocimiento, ni autor solitario de estrategias de impacto. Mucho más importante es posicionarse de otra manera dentro de un equipo, escuchando y evaluando lo que cada uno puede aportar al grupo.Desde el saber lo que generalmente se plantea como certezas a lo largo del tiempo y en confrontación con los resultados deberían ser planteados como hipótesis. Pensar el conocimiento desde una óptica dinámica y condicionada por los tiempos de desarrollo y los históricos. Sólo así se pueden construir saberes que estén al servicio del crecimiento de las personas.
En los talleres hay que ser claro se trabaja con personas. Esto que parece obvio algunas veces no es tenido en cuenta cuando se piensan actividades, perfiles de ingreso y trabajo diario. Cada uno trae una serie de aptitudes y dificultades que se ponen en juego a la hora del trabajo. Y su relación está vinculada a las metas del espacio productivo y de quienes lo planifican. El que está enfrente es un par, un compañero de trabajo que tiene asignado un rol, con más o menos responsabilidades, donde los afectos entrecruzan relaciones pero no condicionan el sentido laboral. Las dificultades que presentan los operarios marcan el tipo de estrategias que se deberán poner en juego para facilitar el acceso al trabajo y a la participación.
Los Talleres protegidos pueden convertirse en puentes de integración con la comunidad, en espacios que generen cambios de mirada sobre el concepto de discapacidad y hasta en puntos de cambio en las políticas de Estado.Las actividades que se planifican en los espacios de trabajo de los talleres tienen un sentido, el cual debe ser coherente con el del proyecto, el cual no está centrado en los aspectos económicos. Si bien trabajo y economía están íntimamente ligados, esta última no debe ser el eje vertebrador de la actividad. El sentido debe ser reflexionado y construido desde la trama social en el que está inserto.
Pero para que esto pueda darse son los integrantes de los equipos de trabajo quienes deben realmente creer en ello e involucrarse desde un perfil profesional, desarrollando una propuesta de trabajo apropiada. Los cambios no se dan solo con discursos, sino que se logran cuando la creencia que los promueve va acompañada de acciones concretas. Esto implica congruencia, adaptación a los cambios, espera de los tiempos políticos y posicionamiento profesional. El tiempo político generalmente no coincide con el tiempo de las personas y de los proyectos, lo importante es tener la suficiente claridad para que ambos en un determinado momento coincidan y se concreten los objetivos planteados.
Las personas transitan etapas evolutivas a medida que crecen, interactúan con la comunidad, participan acorde a intereses, demandan en función de necesidades, generan espacios acordes a los tiempos de desarrollo. Los Talleres Protegidos son en definitiva un espacio social de promoción de la persona a partir de la propuesta laboral.
*Directora de la Escuela de Capacitación Integral y Capacitación Laboral y de la Red de Talleres Protegidos de APADIM Córdoba.
[1] Eroles, Carlos. La discapacidad: una cuestión de derechos humanos. (2002)
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