Los argentinos hemos tenido la capacidad de pensar como reaccionarios, revolucionarios, conservadores, anárquicos según las eventualidades históricas, hemos actuado bajo ropajes ideológicos, con la idea de la urgencia de sentirnos “llamados a ser parte de la historia”.
Abundan las representaciones sociales de la dicotomía simplista: gobierno vs campo, oligarquía vs pueblo y la eventualidad y arbitrariedad con la cual se suceden los hechos, implica "tener una postura", "tomar partido" estar "de un lado o del otro", aunque esto implique enfrascarnos en discusiones y posturas (la urgencia muchas veces atenta contra la razón) que nos hablan de cambios en las instituciones, en el poder del gobierno. Mientras todo esto sucede, sin entrar en la crítica situación de extranjerización de territorios argentinos, (explotación de riquezas minerales, usufructo de los suelos, entre otros) en el país millones de argentinos subsisten en condiciones insalubres, sin acceso a una educación inclusiva, plural, diversa, sin acceso a bienes culturales, a la alimentación.
Genocidios lentos, profundos en un país que esta embanderado en discursos de distribución e igualdad, de Derechos Humanos.
La realidad va mucho más allá de las representaciones de “identidad nacional”, va mucho más allá de la discusión que se ha instalado hace cuatro meses.
Un juicio histórico. Una deuda social latente.
Afirmando que mientras la historia Argentina parece recurrente los cambios imprescindibles, los que más tardan en llegar, con constancia y esperanza llegan: hoy tenemos la oportunidad como sociedad de derecho, de juzgar y condenar, a algunos de los máximos responsables de los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura argentina.
Años de lucha y de memoria. Vivimos un momento histórico, recuperar la justicia como un bien social sobre esta historia oscura y nefasta. Se cierra una parte de la historia, con huellas y consecuencias profundas.
En este camino, quizás el genocidio invisible, profundo y cotidiano, que ha atravesado dictadura y democracia, el del pueblo del hambre, pueda volverse visible, para que sea repudiable y condenatorio. Para construir un país en el que no se violen los derechos humanos vitales de ninguna persona, el genocidio del hambre y la exclusión también espera el momento de la justicia.
Un nunca más con la fuerza de la justicia y la verdad, para lograr un nunca más para millones de personas.
Josefina Blanco Pool.
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