Un artículo sobre las instituciones, el federalismo y la democracia en nuestro país.
A veces me produce cierta risa triste el ver tanta gente diciendo que América latina se ha rebelado contra el capitalismo mundial. Esta gente, ¿sabe qué está pasando en el mundo?.
"Sorpresa” fue la primera palabra que articuló Joan Prats (Valencia, España, 1942), doctor en Derecho, catedrático y sobre todo, activo gestor de políticas prácticas en pro de una mejor calidad de las instituciones democráticas, para referirse a lo que pasa hoy en Argentina.
Prats, ex asesor de Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), del Banco Interamericano de Desarrollo, del Banco Mundial y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y actual presidente de la Asociación Internacional para la Gobernanza, la Ciudadanía y la Empresa, estuvo días atrás en Córdoba para dictar conferencias sobre su especialidad en la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Católica de Córdoba.
“Es una sorpresa y es un lamento”, dijo Prats. “La sorpresa mía es muy compartida por muchos observadores internacionales y responde también a la apreciación mayoritaria de los analistas. El país vive un momento espléndido de oportunidades para poder encarrilarse en un desarrollo sostenido durante las próximas décadas, teniendo en cuenta los recursos naturales y humanos del país y, sin embargo, corre el riesgo de perder esas oportunidades porque el sistema político no está a la altura de las circunstancias”.
Coyuntura “dulce”
–¿En qué aspectos ve que no está a la altura?
–Yo creo que cuando se dan estas situaciones, que no siempre se dan en la historia, en la que la coyuntura es “dulce” y abre tantas oportunidades y todo el mundo puede ganar, el que prevalezca el conflicto sobre el pacto no es una buena historia. Si los conflictos no se saben canalizar por los líderes hacia unos pactos que fortalezcan la institucionalidad y que den oportunidades a todos los actores, y esto es posible ahora por esta coyuntura tan positiva, es porque normalmente los actores tienen limitaciones cognitivas y no son capaces de percibir las oportunidades o porque los actores se aferran a veces obscenamente al poder.
–¿En qué forma se genera poder? Porque el problema es que venimos de una crisis económica y política que puso al país al borde de la disgregación y el mensaje de la gente hacia los políticos era “que se vayan todos”.
–Pero esa situación ya se superó. El tipo de poder que se necesita para salir de una crisis de esa envergadura no es el mismo tipo de poder que hace falta para cuando se ha superado esa crisis. Entonces, no se puede gobernar del mismo modo para salir de la crisis que cuando ya hemos salido de ella y necesitamos instalar al país en una institucionalidad. Esa institucionalidad no puede ser impuesta por una parte del país sobre la otra, sino tiene que ser fruto de un pacto casi constitucional que, por ejemplo, en Argentina –en mi opinión, modesta y discutible– significa que hay que tender a un pacto que recree y reconstituya al federalismo, especialmente el federalismo fiscal, y además genere un sistema político donde la política no sea tan presa fácil del juego de los caudillos o de grupúsculos y tienda a volver a constituir un sistema de partidos que expresen el pluralismo del país y a la vez garanticen la estabilidad política. Es ahí donde veo las prioridades.
–De lo que se acusa a lo que llamamos genéricamente los Kirchner, es de llevar a cabo una política clientelar…
–La política clientelar tiene una larga historia y tradición en toda América latina y Argentina no es la excepción. En este momento, en América latina han emergido liderazgos neopopulistas con un lenguaje muy radical que tienden a polarizar a la población entre el pueblo verdadero y el falso, el pueblo de verdad y los vasallos de la oligarquía, los “vendepatria” y expresiones por el estilo. No reconocen a la oposición, se financian o tienden a financiarse con la participación de las rentas de recursos naturales que se exportan. Y ese financiamiento tiende a ser utilizado después discrecionalmente, organizando, a través de políticas sociales, grandes redes clientelares.
–Y ese estilo de gobierno no necesita institucionalidad…
–Más bien le molesta. En primer lugar, polariza al país porque la oposición está por definición en el error o en la conspiración o al servicio de la oligarquía imperialista. En segundo lugar, la institucionalidad inexistente no es capaz de generar la seguridad jurídica básica para que se extiendan el tejido empresarial y las capacidades productivas. Y eso, como retratado en un espejo que incrementa la dimensión, se puede ver en Venezuela, se puede ver en Bolivia, es un fenómeno que está atravesando la región en este momento. Ante el fracaso del neoliberalismo, que es una realidad, han emergido en algunos países donde se han dado ciertas condiciones estratégicas neopopulistas que en mi modesta impresión van a fracasar también. Se está perdiendo la oportunidad de generar un pacto que establezca bases constitucionales para seguir desarrollando una economía social de mercado, un estado social y democrático, de derecho, prolongando en cambio gestiones personalistas en todas partes. Que serán buenas para salir de las crisis pero no son buenas cuando ya hemos salido de la crisis. Hay que crear institucionalidad. El viejo Maquiavelo decía que los únicos príncipes que podemos apreciar son los que, gobernando, se hacen prescindibles porque crean instituciones. Los que se consideran imprescindibles, sabotean la institucionalidad.
–Kirchner, creo, aplicó otra enseñanza de Maquiavelo. El príncipe que llega de la mano de otro al poder, lo primero que tiene que hacer es acabar con ese poderoso y construir su propio poder...
–Cuando se produce una crisis tan intensa, no sólo salta por el aire un sistema económico, sino también el sistema de partidos. Por eso es necesaria una reforma política si es que se quiere una Argentina estabilizada, institucionalizada, que pueda aprovechar las grandes oportunidades del momento, renovar el sistema productivo, ampliar el número de empresas, disminuir la economía informal, mejorar el número de gente que tiene autonomía económica y social para participar en política desde la libertad. No hay más remedio que ir a un pacto político que, insisto, genere una reforma política que permita estabilizar a la oposición. El sistema político tiene que ser capaz de expresar el pluralismo político. Es decir, ningún ciudadano, ningún grupo de ciudadanos importante, puede quedarse fuera o no sentirse representado por el sistema de partidos. Además, hay que reconstituir el federalismo. No puede ser que el federalismo sea una fachada tras la que se oculta el manejo discrecional de la política con criterio clientelar. La peor alternativa
–A lo largo de la historia se fue construyendo una relación que siempre tuvo eje en el puerto de Buenos Aires y a partir de ahí se generan todas las distorsiones.
–Las situaciones que se viven no se pueden explicar sino a partir de la historia particular de cada país. Pero a veces tenemos más amenazas que oportunidades y a veces más oportunidades que amenazas. Y este es un momento muy especial de la historia argentina. Es un momento en el que ha fracasado sin duda el esquema neoliberal pero se abren alternativas. Y yo creo que la peor alternativa, la que tiene más límites cognitivos, más extravíos de visión, es la alternativa del neopopulismo.
“Risa triste”
–Un conflicto muy largo, de resolución incierta…
–Insisto en que si el conflicto actual no se orienta hacia un pacto que aclare el federalismo en el país, las responsabilidades de las provincias, del Estado nacional y de las municipalidades que tienen un rol muy importante; y lo aclare totalmente, de manera que los fondos fiscales no puedan ser objeto de capricho o de maniobras políticas desde el centro, no habrá salida. A veces me produce cierta risa triste el ver tanta gente diciendo que América latina se ha rebelado contra el capitalismo mundial. Esta gente, ¿sabe qué está pasando en el mundo? ¿Están pensando que, por primera vez en la historia, 1.200 millones de personas en China están transitando hacia la economía de mercado dirigidas por un partido comunista?
El mundo no se puede entender ya más con categorías estilo Marta Harnecker, que son categorías mohosas, que han sobrevivido en las cabecitas de alguna gente. En el mundo, tenemos que elegir cómo entramos en la globalización y qué modelo de desarrollo capitalista más o menos liberal, más o menos social, elegimos para el país. Ahí es donde se van a tener que producir las diferencias sociales. Pensar que podemos seguir evolucionando con la ampliación del sector público, sin dar posibilidades al capital nacional y al capital internacional de desarrollar el tejido empresarial formal, pagando impuestos, pero exigiendo a la vez al gobierno que esos impuestos los gaste en derechos sociales de las personas, es un error. La mano que da la máquina de coser a una señora y que se la da a cambio del voto y del apoyo político no crea una ciudadana, crea una clienta. Y el problema está en si queremos que los descamisados sigan toda la vida descamisados o queremos que algún día sean ciudadanos que tengan criterio para saber a quién tienen que votar. Y cuando reciban la máquina de coser, la reciban porque es un derecho, no porque alguien les hace un favor.
La responsabilidad de Córdoba
–Y en Córdoba, ¿qué ha visto?
La responsabilidad de Córdoba
–Y en Córdoba, ¿qué ha visto?
–No he podido ver mucho porque llegué y prácticamente fui absorbido por la actividad académica. Lo que sí observo es que Córdoba tiene una responsabilidad muy singular en estos procesos de construcción de institucionalidad y de pactos. El diario vuestro se llama La Voz del Interior e, independientemente de que lo sean más o menos, lo que sí es cierto es que muchos sectores del interior se referencian con Córdoba. Y en ese sentido, Córdoba dispone de una capacidad para producir pensamiento político, pensamiento de gobierno y un accionar político propio que puede ser muy importante para equilibrar esa peso tan grande que tiene el Gran Buenos Aires.
–En la historia argentina, eso está claro. En el siglo XIX, un militar cordobés encabezó una llamada Liga del Interior que expresaba, digamos, a Catamarca, La Rioja, Tucumán, Salta, etcétera.
–Bueno, muchos jóvenes de esas provincias vienen hoy día a estudiar a Córdoba, ¿no?
–Y se vuelven allá, pero siempre se refieren a Córdoba porque acá aprendieron, tuvieron sus maestros, sus profesores, etcétera. Pero no está cumpliendo ese rol orientador, no lo está encontrando...
–Es una pena si no encuentra ese papel y los recursos para desempeñarlo. Soy catalán y no es que sea nacionalista o independentista, pero jamás he podido aceptar que la visión que se tiene de España desde Madrid, sea una visión suficiente. La visión de España tiene que ser más plural, más complementaria. La visión de España es más real cuando no sólo es vista desde el centro. Yo creo que eso es muy aplicable a muchos países que sólo pueden funcionar con eficacia si se articulan federalmente. Y el federalismo hoy es algo que no sólo viene del pasado, sino que viene también del futuro. Es el gobierno central por sí solo el incapaz de generar las políticas de desarrollo. Hoy, estas políticas se tienen que desarrollar mucho más apegadas al territorio, al municipio, a la provincia, en coordinación con los grupos empresariales, con los grupos sociales. A veces, cuando uno piensa en Salta, piensa que Salta va a tener que trabajar con Tarija y buscar complementariedades. Todo esto visto desde una cancillería en Buenos Aires, es difícil de comprender. Esta es la responsabilidad que, para configurar a la Argentina en la globalización, tienen que tener las provincias, especialmente las provincias que tienen mayor capacidad intelectual.
Fuente: La Voz del Interior.
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