"Esta otra dictadura -invisible porque usa ropajes de democracia- decretó que hay una cantidad de chicos cordobeses que se van a salvar, porque tienen el calcio y las vitaminas que necesitan para desarrollarse, pero a la vez hay una cantidad de chicos cordobeses condenados a la muerte, el hambre o el subdesarrollo físico, psíquico e intelectual."
Aquí la nota.
(APe).- Se le dice “cachorro” al perro de corta edad y, por extensión, a los recién nacidos de distintas clases de mamíferos, incluido el hombre. En la jerga de cierta casta oligárquica argentina, con un pasado de bronces, tierras usurpadas y títulos mal habidos, acostumbraban llamar “cachorro” al hijo de algún notable, no necesariamente golpista o criminal.
Así, Luciano Benjamín Menéndez, sobrino de un militar golpista de tiempos del primer peronismo, nieto de un militar que impulsó la guerra contra Chile a fines del siglo XIX, tío de otro militar que rindió las Malvinas a los ingleses en el siglo XX, era llamado por sus amigos “Cachorro” Menéndez.
Hoy el “Cachorro”, con una foja que no sería honrosa en ningún ejército de la tierra, está siendo juzgado públicamente en tribunales de Córdoba por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura.
Con dialéctica y cinismo semejantes a los de los nazis juzgados en Nüremberg, este Menéndez -octogenario- ha declarado que “es incomprensible que las instituciones de la república, para defender las cuales luchamos y que existen porque triunfamos nosotros, nos juzguen hoy...”.
Sería bueno recordarle al Cachorro lo que él mismo declaró en una entrevista realizada en 1981, por un periodista del régimen y para un diario del régimen: “Hay que organizar una justicia totalmente independiente, con jueces absolutamente inamovibles y cuya libertad sea tal que puedan imponer la ley a todos y a cualquier habitante del país...”
¿Por qué no acepta Menéndez, entonces, que una institución de la república -la Justicia- cumpla con lo que es su objeto constitucional y lo juzgue por sus actos aberrantes y sus crímenes?
Otra de las coartadas del Cachorro envejecido es que fue un soldado de la Lucha Mundial Contra el Comunismo (así, con mayúsculas) en tiempos de la Guerra Fría...
Sin embargo, ninguna causa o pretexto ideológico podría justificar, para una Justicia que se precie de tal, la violación sistemática de los Derechos Humanos, el secuestro de personas, la tortura, el robo de bebés y la apropiación de bienes de los secuestrados.
(APe).- Se le dice “cachorro” al perro de corta edad y, por extensión, a los recién nacidos de distintas clases de mamíferos, incluido el hombre. En la jerga de cierta casta oligárquica argentina, con un pasado de bronces, tierras usurpadas y títulos mal habidos, acostumbraban llamar “cachorro” al hijo de algún notable, no necesariamente golpista o criminal.
Así, Luciano Benjamín Menéndez, sobrino de un militar golpista de tiempos del primer peronismo, nieto de un militar que impulsó la guerra contra Chile a fines del siglo XIX, tío de otro militar que rindió las Malvinas a los ingleses en el siglo XX, era llamado por sus amigos “Cachorro” Menéndez.
Hoy el “Cachorro”, con una foja que no sería honrosa en ningún ejército de la tierra, está siendo juzgado públicamente en tribunales de Córdoba por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura.
Con dialéctica y cinismo semejantes a los de los nazis juzgados en Nüremberg, este Menéndez -octogenario- ha declarado que “es incomprensible que las instituciones de la república, para defender las cuales luchamos y que existen porque triunfamos nosotros, nos juzguen hoy...”.
Sería bueno recordarle al Cachorro lo que él mismo declaró en una entrevista realizada en 1981, por un periodista del régimen y para un diario del régimen: “Hay que organizar una justicia totalmente independiente, con jueces absolutamente inamovibles y cuya libertad sea tal que puedan imponer la ley a todos y a cualquier habitante del país...”
¿Por qué no acepta Menéndez, entonces, que una institución de la república -la Justicia- cumpla con lo que es su objeto constitucional y lo juzgue por sus actos aberrantes y sus crímenes?
Otra de las coartadas del Cachorro envejecido es que fue un soldado de la Lucha Mundial Contra el Comunismo (así, con mayúsculas) en tiempos de la Guerra Fría...
Sin embargo, ninguna causa o pretexto ideológico podría justificar, para una Justicia que se precie de tal, la violación sistemática de los Derechos Humanos, el secuestro de personas, la tortura, el robo de bebés y la apropiación de bienes de los secuestrados.
Nuestro general San Martín, a un monstruo de esta clase, lo hubiera fusilado. El Che Guevara, en cualquiera de sus guerrillas, también.
Una dictadura invisible
“No se pueden sorprender de que en Córdoba haya desnutrición”, declaró recientemente la profesora Silvina Verdú, directora de la escuela Curaca Lino Acevedo del barrio Don Bosco. El Estado cordobés -como vienen denunciando desde 2003 los médicos, los docentes y los trabajadores sociales- ha abandonado a su suerte a los barrios más pobres de la ciudad, retaceando o anulando programas de asistencia a la población más vulnerable.
Según el último informe del Equipo de Salud Familiar Don Bosco, publicado en 2006, el 9,7 por ciento de los chicos menores de 6 años en el barrio y villa Don Bosco, villa El Tropezón, Costa Canal San José y villa La Toma, tienen diagnóstico de desnutrición.
El informe suministra, además, algunos datos de contexto:
- El 100% (ciento por ciento) de la inserción laboral de las familias, es precaria. Changas en la construcción, servicio doméstico, cirujeo y venta ambulante son los rubros principales.
- Un 82% de los habitantes está por debajo de la línea de pobreza. Y un 88% (es decir, casi la totalidad) recibe un mínimo subsidio del Estado (Plan Jefes de Familia, etc.).
- El 11,8 por ciento de los chicos menores de 6 años, en 2006, sufrió diarrea, y el 20,18 por ciento, en el mismo período, presentó infección respiratoria aguda.
Mientras este lento genocidio ocurre, el gobierno municipal de Córdoba, el gobierno provincial cordobés y el gobierno nacional están enfrascados en una discusión sobre las retenciones móviles a la soja, la coparticipación de las retenciones y si hay golpismo o no lo hay en la dirigencia agropecuaria.
Mientras este lento genocidio ocurre, la mayoría de los medios masivos ha puesto en su agenda diaria -esta semana- las alternativas del juicio a Menéndez y otros responsables de las masacres de la dictadura.
Mientras este lento genocidio ocurre, el Ejecutivo nacional da luz verde al proyecto del Tren Bala, que llegará sin escalas a la capital de Córdoba, perforando como un balazo sus cinturones de pobreza y miseria.
Esta otra dictadura -invisible porque usa ropajes de democracia- decretó que hay una cantidad de chicos cordobeses que se van a salvar, porque tienen el calcio y las vitaminas que necesitan para desarrollarse, pero a la vez hay una cantidad de chicos cordobeses condenados a la muerte, el hambre o el subdesarrollo físico, psíquico e intelectual.
Así, en la Docta con mayúscula, habrá cada vez menos doctos, con minúscula.
Y en ese distrito donde se enarbolan los Derechos Humanos con mayúsculas (juzgando antiguos crímenes de lesa humanidad) se violan cada día los derechos humanos con minúscula: la alimentación, la educación, el techo, el trabajo, la seguridad social.
En ese marco, un Cachorro con mayúscula (al que San Martín o el Che no hubieran dudado en fusilar) tiene derecho a la defensa en juicio y a que se considere su “avanzada edad” para cumplir penas de reclusión.
Pero nuestros cachorros con minúscula -esos chicos desnutridos de la villa Don Bosco, por ejemplo- no pueden ejercer el ancestral derecho humano, inalienable, imprescriptible, al pan y a la belleza.
Una dictadura invisible
“No se pueden sorprender de que en Córdoba haya desnutrición”, declaró recientemente la profesora Silvina Verdú, directora de la escuela Curaca Lino Acevedo del barrio Don Bosco. El Estado cordobés -como vienen denunciando desde 2003 los médicos, los docentes y los trabajadores sociales- ha abandonado a su suerte a los barrios más pobres de la ciudad, retaceando o anulando programas de asistencia a la población más vulnerable.
Según el último informe del Equipo de Salud Familiar Don Bosco, publicado en 2006, el 9,7 por ciento de los chicos menores de 6 años en el barrio y villa Don Bosco, villa El Tropezón, Costa Canal San José y villa La Toma, tienen diagnóstico de desnutrición.
El informe suministra, además, algunos datos de contexto:
- El 100% (ciento por ciento) de la inserción laboral de las familias, es precaria. Changas en la construcción, servicio doméstico, cirujeo y venta ambulante son los rubros principales.
- Un 82% de los habitantes está por debajo de la línea de pobreza. Y un 88% (es decir, casi la totalidad) recibe un mínimo subsidio del Estado (Plan Jefes de Familia, etc.).
- El 11,8 por ciento de los chicos menores de 6 años, en 2006, sufrió diarrea, y el 20,18 por ciento, en el mismo período, presentó infección respiratoria aguda.
Mientras este lento genocidio ocurre, el gobierno municipal de Córdoba, el gobierno provincial cordobés y el gobierno nacional están enfrascados en una discusión sobre las retenciones móviles a la soja, la coparticipación de las retenciones y si hay golpismo o no lo hay en la dirigencia agropecuaria.
Mientras este lento genocidio ocurre, la mayoría de los medios masivos ha puesto en su agenda diaria -esta semana- las alternativas del juicio a Menéndez y otros responsables de las masacres de la dictadura.
Mientras este lento genocidio ocurre, el Ejecutivo nacional da luz verde al proyecto del Tren Bala, que llegará sin escalas a la capital de Córdoba, perforando como un balazo sus cinturones de pobreza y miseria.
Esta otra dictadura -invisible porque usa ropajes de democracia- decretó que hay una cantidad de chicos cordobeses que se van a salvar, porque tienen el calcio y las vitaminas que necesitan para desarrollarse, pero a la vez hay una cantidad de chicos cordobeses condenados a la muerte, el hambre o el subdesarrollo físico, psíquico e intelectual.
Así, en la Docta con mayúscula, habrá cada vez menos doctos, con minúscula.
Y en ese distrito donde se enarbolan los Derechos Humanos con mayúsculas (juzgando antiguos crímenes de lesa humanidad) se violan cada día los derechos humanos con minúscula: la alimentación, la educación, el techo, el trabajo, la seguridad social.
En ese marco, un Cachorro con mayúscula (al que San Martín o el Che no hubieran dudado en fusilar) tiene derecho a la defensa en juicio y a que se considere su “avanzada edad” para cumplir penas de reclusión.
Pero nuestros cachorros con minúscula -esos chicos desnutridos de la villa Don Bosco, por ejemplo- no pueden ejercer el ancestral derecho humano, inalienable, imprescriptible, al pan y a la belleza.
Fuente:Fundación Pelota de Trapo.
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