Cuando pensamos sobre la sociedad que constituimos, nos damos cuenta que muchos hechos de este sistema socio-económico nos generan expectativas pero también incertidumbres. Por un lado, vemos con asombro que el crecimiento tecnológico es avasallador y continuo, pero por otro notamos que muchas de nuestras ideas y proyectos caen bajo el peso agobiante de la inmediatez, con la cual se vive y convive en nuestra sociedad.
De esta manera, lo que nos sucede, lo que sentimos, y lo que vivimos cotidianamente, consideramos que es natural, propio de este sistema, y nada podemos hacer para cambiar y apostar hacia lo que queremos. Esta perspectiva, ya naturalizada en muchos ciudadanos, es parte de un proceso que se origina con un hecho clave: las desigualdades sociales, políticas y culturales que el ciudadano debe enfrentar para insertarse en el ámbito social y sobre todo, en el mundo laboral.
Si entendemos, la importancia del trabajo como una necesidad socio-económica y psicológica del individuo, podremos comprender que a partir del trabajo el sujeto participa de la sociedad, es constructor de la misma y se dignifica. Construye su identidad.
Desde esta perspectiva, la posibilidad de las personas de acceder al mundo laboral, no solo le permite satisfacer sus necesidades básicas, sino que forma parte de un proceso de formación y desarrollo integral de las personas.
Ahora bien, ¿Cual es la actitud de los gobiernos?.
Ante el aumento del desempleo y de la pobreza, los estados nacional y provincial direccionaron el problema del empleo al ámbito de las políticas sociales, implementando planes como el Jefas y jefes de hogar para desocupados, el plan Primer Paso, destinado a jóvenes sin experiencia laboral entre 16 y 25 años y el Plan Primer Paso Profesionales, orientado a los 3000 mejores promedios de Universidades públicas y privadas de la provincia. Algunos, entre los tantos planes, que cada año se gestionan desde las entidades gubernamentales.
Si bien, los beneficiarios de estos programas de empleo han adquirido una proyección importante en los últimos años, notamos que la continuidad de estas políticas tienen una causa clara y precisa: la calidad del empleo y la inserción de la población desfavorecida no han mejorado porque fundamentalmente no han mejorado las condiciones de empleabilidad.
Las políticas implementadas, continúan acentuando medidas paliativas- características de un modelo neoliberal- generando un mayor empobrecimiento de vastos sectores fruto de la incapacidad de la estructura económica de producir y generar posibilidades de trabajo.
Como correlato de esta crisis, en el entramado social surgen diferentes actitudes y pensamientos acerca de la discapacidad (y de otros grupos sociales, como los inmigrantes) y su dimensión en la sociedad. Así aparece la frase: “si no hay trabajo para nadie, menos para los discapacitados”: una idea tan deplorable como recurrente. La distinción a que alude dicha frase entre personas con discapacidad y personas “comunes” responde a ideas arcaicas que confunden las diferencias y limitaciones en el funcionamiento intelectual, motriz, sensorial, con los derechos de las personas y con el valor de cada persona como individuo único, irrepetible.
Otra idea implícita es que el sujeto afectado por alguna limitación intelectual es identificado como miembro de un “grupo social especial” y sus comportamientos están asociados a palabras y significados tales como: incapacidad, cuidados intensivos, asistencia, protección, necesidades. Pocos espacios para la producción y la acción son accesibles a las personas con discapacidad.
La recurrencia de estas ideas va generando estimaciones erróneas acerca de la situación laboral de la persona con discapacidad que no ayudan al sujeto que construya su identidad como ciudadano activo y responsable. Ideas que tienden a considerar que el desempleo estructural que los afecta es una realidad diferente y por lo tanto, nosotros estamos ajenos. De esta manera., reducimos la problemática al impacto diferencial y especifico en estos sujetos, como si esto no afectara a la sociedad en su conjunto.
En definitiva, si no somos capaces de ver esta realidad que nos afecta a todos, es que sin duda, seguimos bajo el peso agobiante de la inmediatez, bajo el peso de la apatía, bajo el peso de la diferencia.
Josefina Blanco Pool.
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