El teatro vital no queda atrapado en las modas. Se comprobó el sábado en la Sala Carlos Giménez cuando las palabras del Coronel retumbaron con la fuerza del texto de Gabriel García Márquez. El Coronel no tiene quien le escriba tomó cuerpo de actor en 1989, cuando Giménez puso la obra con el Teatro Rajatabla, su creación, el elenco de sus amores y la herencia que lo sobrevive.
La presentación marcó el cierre (se repitió anoche) de la sexta edición del Festival Internacional de Teatro Mercosur, una muestra de alto nivel artístico que puso otra vez a Córdoba en el circuito de los grandes festivales.
Siempre parece que "este" festival es el último. Carlos Giménez clamaba en los años años ’80 por la autarquía del por entonces Festival Latinoamericano, hoy Mercosur. Él mismo era un ejemplo de independencia y productividad febril con un pie dentro y el otro fuera del sistema. Este año, el acuerdo entre la Agencia Córdoba Cultura y el Instituto Nacional del Teatro posibilitó en gran parte la realización de la muestra. Córdoba se afianzó, aunque perdió exclusividad. La mayoría de las compañías giraron por el país, de manera que sólo ofrecieron una función, a los sumo dos. Esa restricción pesó en casos como el alucinante Convergence 1.0, de Francia; las obras de Malayerba (Ecuador); las del Teatro de los Andes (Bolivia) o la del grupo chileno Teatro en el Blanco.
El público se apropió del festival como hacía tiempo que no pasaba. La ciudad respiró belleza y teatro durante 10 días, en medio de los conflictos de la cartelera política. El festival puso a los habitantes de esta Córdoba enojada con su suerte, en otra dimensión, en la de realizadores como Gerald Thomas o Kamaluddin Nilu (Bangladesh/Oslo); descubrió el trabajo de Babel Experimentos Teatrales y de otros grupos locales que vienen refinando sus búsquedas desde hace tiempo; ofreció la posibilidad de darse un atracón de Paco Giménez, el otro homenajeado, en su sala de Barrio Güemes; permitió salir a disfrutar.
La realidad jamás está en retirada. Ya lo dijo Bertolt Brecht: "Cualquier coincidencia es pura realidad". Hubo dos apagones que encendieron broncas surgidas por el retraso de los espectáculos, situación inmanejable en el contexto de la crisis energética. De todos modos, el público esperó en la vereda, aprovechó para fumar, charlar y mirar la noche. Es el mayor patrimonio que Córdoba no puede perder. Se agotaron las entradas para obras que no se hicieron para agradar. La Ciudad de las Artes convocó como nunca y volvió a sonar la voz del actor en la Sala Mayor del Teatro del Libertador.
Se fue el sexto festival de la gestión de Pablo Canedo y equipo. Por favor, que no sea el último.
Fuente: http://www.lavoz.com.ar/defaultak.asp?edicion=/07/10/08/
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